A su segundo marido le fue infiel con un
vividor que le instó a cometer un delito y luego la traicionó. Teniendo en cuenta la edad del esposo, más de
noventa y cinco años, su piel reclamaba otras pieles menos flácidas. Mi
nonagenario cuñado o ex cuñado, puesto que se divorciaron obligados por los
hijos de éste que nunca toleraron la presencia de Cintia en la vida de su padre, a la que consideraban una interesada, como cierto era, en sus años de esplendor
tuvo una aventura con mi abuelo materno en Tánger... Un ménage à trois en el
que también participó la primera esposa del empresario.
Es posible que nos parezcamos más de lo que me gustaría admitir. Como ella, también fui una amante sin escrúpulos de un hombre casado al que amaba desde los quince años y al que creí cuando me perjuraba que nuestra situación era transitoria y que algún día, que ya no llegará, iría cogida de su mano con legitimidad. Jenkin mentía para conservarme a su lado.
Hasta aquella mañana
de mediados de un octubre invernal, delante de un puesto de comida rápida,
nunca había mostrado interés por las posaderas de nadie. No me fijaba en
ciertas zonas del cuerpo masculino porque reparaba en la expresión facial, pero
lo del chico que estaba justo delante de mí era llamativo. A Cintia también se
lo hubiera parecido, incluso habría encontrado la forma de tantear el género con
alguna excusa tonta.
Ataviado con unos pantalones ajustados color caqui que le redondeaban unas nalgas respingonas no pude apartar los ojos de esa parte de su fisionomía que distraído mientras contaba el dinero que tenía en el billetero, ignoraba la corriente alborozada que provocaba a una desconocida. Al llegar mi turno me aliené a su lado y con discreción vislumbré su perfil armonioso. Le sirvieron el pedido y al depositar en la mano del vendedor unas monedas, a este se le escurrieron entre los dedos cayendo al suelo. Ambos, el amo del trasero sobrenatural y yo nos agachamos a recoger los céntimos. Nuestras cabezas se rozaron levemente, nos miramos y sonreímos por la torpeza. En ese primer contacto visual me sonrojé por estar pensando en sus glúteos. Le entregué las monedas rescatadas. Me dio la gracias. Pagó al vendedor y se marchó dándole un mordisco a su kroket mientras me deleitaba siguiendo el movimiento de sus posaderas arriba y abajo, a la par que por dentro una segunda ola de calor que se manifestó en mis mejillas. Era la misma sensación de bienestar que me producía la presencia de Jenkin en el St. Liselot o cuando mis cavilaciones derivaban en él.
NOTAS DE INTERÉS:
Kroket: snack consistente en un panecillo frito de ragú de carne, satay de pollo,
camarones, gualash o vegetariano, aderezado con pan rallado por encima, parecido
a la croqueta española, que se sirve entre dos rebanadas de pan blanco o pan
para hamburguesas.
Koperslagerhof: nombre de calle en
el distrito de Almere Stad, zona residencial moderna, próxima al lago de
Weervater, en el que se pueden desarrollar actividades como la natación y la
pesca.