sábado, 20 de enero de 2024

95. Madrigal de las Altas Torrres

 

    Daniel masculló un improperio hacia Jenkin tras contarle que dudó sobre la paternidad de mi hija. Nos tomábamos una consumición en El Temple mientras aguardábamos a Sofía. Esa tarde íbamos a ver  una obra de teatro en Callao en la que participaba un compañero de clase. Entró en la cafetería resplandeciente y se sentó a mi lado con sonrisa ilusoria. Sospechaba que la simpatía que despertaba el chico en Sofía no sólo se debía a sus dotes interpretativas sino a un componente más poderoso que la habilidad de un actor amateur para interpretar un texto. A mi joven amiga le centelleaban los ojos cada vez que el chico aparecía en nuestras conversaciones monopolizándolas. En una ocasión me confirió que Daniel era el amor platónico que a muchas niñas les hace sentir que son especiales cuando les llega. Conscientes de que son inalcanzables, sueñan con que algún día sean tangibles. Me hubiera gustado tener el juicio suficiente para no traspasar los límites con Jenkin, pero el amor es impredecible y la mejor parte permanece conmigo. 
    Sofía apoyó los codos sobre la mesa y se sujetó las mejillas con las palmas de las manos posicionando a Daniel en el punto de mira, con el batido de vainilla que el camarero le había traído minutos antes bajo el triángulo que dibujaba la pose.
    -Fíjate bien... Seguro que le está escribiendo - me susurró.
    Daniel llevaba un par de meses saliendo con la misma mujer, lo que a su entorno más cercano nos sorprendía y celebrábamos ya que no era habitual que se tomara tanto tiempo antes de cortar una relación. 
    -¿Te das cuenta de que cuando tenemos una ilusión es imposible que no se refleje en la cara? -reflexionó pensando en Alvar, el chico por el que estábamos allí sentados-. Incluso el atractivo físico se dispara. Es mono pero desde hace unas semanas mucho más.
    -Esto es porque los niveles de estrógenos aumenta, la piel se tersa, se ilumina y parece más rejuvenecida. El pelo crece con más fuerza.
    -Es verdad tiene el pelo más bonito está radiante.
    Contuve una carcajada justo cuando Daniel desvió la vista del móvil para mirarnos alternativamente.
    -Dejadlo ya. Nos vamos -se levantó de la silla para dirigirse a la barra y la pagar las consumiciones.
    -Tu también está radiante, pero es por el embarazo -me dijo Sofía mientras nos dirigíamos a la salida.

    Un par de semanas después de que la joven librera nos presentara a Alvar al término de la obra de teatro a la que la acompañamos, con la precisión de un reloj inglés marcando la hora de té, un taxi aparcó delante de la puerta del hostal donde esperaba su llegada a las diez de la mañana.
    El conductor, un hombre de aspecto bonachón y con poblado bigote me saludó orgullo de haber sido elegido para llevar a cabo lo que denominó la misión.
    Acomodada en el asiento de atrás de coche al observan que dejábamos atrás Madrid, le pregunté a dónde nos dirigíamos. Leonardo me miró por el espejo retrovisor y con aire solemne dejó huérfana a mi curiosidad.
    -No estoy autorizado a desvelarte el destino. Lo sabrás cuando hayamos llegado.
    Sin más opción que la de ser paciente, me entretuve leyendo los carteles azules con letras blancas que señalizaban kilómetros, autovías y municipios. Tomamos la A-6 dirección Arévalo, alejándonos de Torredolones y Collado-Villalba. En Castilla - León rondamos Segovia a la altura de Guadarrama y El Espinar hasta adentrarnos en Ávila donde los nombre de otros municipios se fueron sucediendo: Maello, Guiter-Muñoz, Arévalo, Aldeseca, Villanueva del Aceral y Borróman.
    
    Una fonda de nombre "La Católica" en Madrigal de las Altas Torres, tierra referida en multitud de libros de historia por ser donde Isabel de Castilla  nació un 22 de abril de 1451, era la parada esperada.
    Siguiendo con las indicaciones recibidas con escrupulosa determinación, Leonardo le pidió a la recepcionista que dejaran mi equipaje en la habitación después de facilitarle mi nombre.
    -El domingo nos vemos.
    -¿Me vas a dejara a aquí sin más?
    -No estás sola. En el comedor te espera alguien -esbozó una de sus sonrisas amables que consiguen que el mundo parezca mejor-. Disfruta de la estancia.
    Y allí me quedé planta, en mitad del vestíbulo sin entender el misterio que flotaba entorno a mí hasta que la recepcionista me rescato de la ausencia de pensamientos.
    -Le acompaño al comedor.
    -¿Me puede indicar dónde está el baño, por favor?
    -Por supuesto, sígame.
    Frente al espejo comprobé que el calor que notaba se reflejaba en una mejillas ruborizadas. Me refresqué la cara para afrontar calmada lo que deparaban los siguientes minutos.
    La sorpresa fue mayúscula y tranquilizadora cuando vi a Cintia sentada a la mesa que nos habían asignado. Nos saludamos con dos besos.
    -Estoy tan estupefacta como tú. Apuesto a que recibiste una nota de Federico.
    Le confirmé el extremo mientras me sentaba en la silla.
    -Mi ex marido es adorable. No supe apreciarlo en su momento.
    Un camarero se acercó a la mesa. Éramos las única comensales del establecimiento, que recordaba a una antigua bodega con arcos en ladrillo visto rojo y una tenue iluminación.
    -¿Desean que les sirva la comida?
    Nos miramos cómplices de un mismo pensamiento. Osorio también había elegido el menú sin tener en cuenta nuestra preferencias.
    -¿Qué va a tomar la señora? -me preguntó.
    -Agua, por favor.
    Asintió con la cabeza y al cabo de cinco minutos volvió con una patatas meneás, un puré de patata son sofrito de ajo y pimentón dulce, nos explicó cuando le preguntamos por le plato haciendo hincapié que además de una especialidad de la casa, también era un plato típico de la zona. Al puré le habían añadido unos torreznos.
    -Federico nos ha traído a este lugar por alguna razón. No da puntada sin hilo. Y me alegra que lo haya hecho. Un fin de semana no será suficiente para ponernos al día, pero es un inicio... -bebió de su vaso de vino y luego se dio unos suaves golpecitos con la servilleta en los labios-. Sé que has leído  las memorias... ¡incluso las has traducido al neerlandés! Me encantaría tener un ejemplar... André está en todo es un gran hombre -desvió la mirada de mi rostro a mi vientre, que sobresalía por encima de la mesa-. ¿Cuándo seré tía?
    -Dentro de dos meses. Es una niña... ¿les disgustará que mi hija no tenga padre?
    -¿A mamá y a papá? En absoluto. Yo también soy madre soltera... bueno ya sabes quien es el padre... No he sido una hija modelo. He cometido muchos errores, algunos de importancia y les he decepcionado muchas veces, la que más cuando me condenaron. Salí de prisión en mayo y si tengo la certeza de algo, es que no consideran que Aldonza sea fruto de una mente locuela como la mía, sino del amor. Han cuidado de ella cuando yo no podía hacerlo, enmendando los fallos educacionales que cometieron conmigo. Mi hija no es caprichosa, es resolutiva y asombrosamente inteligente. La conocerás, aunque te advierto que es muy directa y utiliza expresiones de catedrático viejo.
    Cintia tenía un desparpajo natural y comedido. Conservaba el ímpetu de las primeras páginas de sus memorias, sin embargo estaba contenida, quizás porque éramos dos extrañas con ganas de conocerse. Y nos seguimos conociendo.
   

domingo, 7 de enero de 2024

94. Hermanas

 

    Al día de haber conocido a mi con mi hermana en la mansión, Daniel desayunó en la cocina del bajo. Había tenido turno de noche y nos sorprendió a las ocho de la mañana a su madre y a mí, con unos bollitos de leche comprados en una panadería, que aún estaban calientes. Cándida se los comió untados de mantequilla y mermelada de frambuesa que aún conservaba del puesto de el Cuyp; Daniel prefirió rellenarlos de jamón cocido y yo los tomé mojados en la leche caliente. El frío de Madrid era menos intenso que en Ámsterdam. 

    En invierno alcanzábamos los bajo cero grados al amanecer. Me abrigué con un jersey de lana con cuello de cisne y el abrigo una talla más grande que compré para proteger a mi pequeña de las bajas temperaturas.
    En la recepción Trini me dio un sobre cerrado a mi nombre que un mensajero había dejado minutos antes.  Descarté que la misiva proviniera de Patricia Ruíz de Azua,  citándome otra vez. Desconocía mi identidad. Lo abrí allí misma con curiosidad. 

    "El viernes a las 10.00 h., te recogerá un taxi.
       Prepara equipaje para dos días.

             Federico Osorio."

Faltaban dos días para el viernes. Me guardé la nota en el bolsillo y aguardé a que Claudio Isasi bajara de su habitación para ir juntos un tramo del camino. Los días que nuestro horario coincidían, dos a la semana, lunes y miércoles, nos acompañábamos hasta la esquina del final de la calle, donde él cruzaba el paso de peatones para ir al instituyo y yo giraba hacia la biblioteca. Las conversaciones que manteníamos y  que la mayoría de las veces versaban los autores clásicos, me mantenían despierta y agilizaba mi mente incluso cuando dormía poco. La noche anterior sólo pensaba en Cintia y en el recuerdo de su niñez que nos relató pausadamente, ordenando la sucesión de los hechos en su cabeza.
-En casa hay una habitación cerrada con llave. Está al lado de mi dormitorio. Es la única puerta que tiene cerradura. No le daba importancia ni me parecía raro no haber entrado nunca allí... Lo consideraba un trastero donde almacenar las cosas que no se usan. Al verte -me miró lanzando un suspiro que denotaba que estaba asimilando la situación- me ha venido a la cabeza una mañana. Era temprano, fin de semana... me despertó el llanto de una mujer dentro de esa habitación pegada a la mía y la voz de un hombre. Eran mamá y papá consolándola. Tenía ocho años. Me levanté de la cama y pegué la oreja a la pared. Apenas entendí algunas palabras, frases sueltas... mamá se refería a mi niña, lamentaba su pérdida. Papá mencionó mi nombre, creo que le dijo que yo la necesitaba fuerte, que no podía fustigase por lo que ya no tenía remedio. Pensé que se referían a una hermana mayor que yo porque no recordaba haber visto a mamá embarazada - esbozó un sonrisa agridulce-. Pero esto no podía imaginarlo. Una hermana gemela. Un día como hoy nacimos y nos separaron... Todo cobra sentido... Creía que me consentían y me daban caprichos para compensar que fuera hija única, sin embargo trataban de superar tu ausencia. Transformaron el dolor que les oprimía en amor hacia su hija viva para sobreponerse a una pérdida que siempre ha sido una segunda piel para ellos.
   Cuando terminó de hablar a ambas nos resbalaban las lágrimas por las mejillas. Federico las contuvo en el borde inferior de los párpados inferiores. Nos teníamos que conocer. Las relaciones personales, indistintamente de su naturaleza, se construyen con tempo y voluntad.
    El encuentro terminó con un abrazo y una promesa: volver a vernos. 
  


lunes, 1 de enero de 2024

93. Ser

 


     La situación fue peculiar y ligeramente abrupta para Cintia, que de pronto encontró un copia exacta, se simple vista de ella misma, charlando con su ex marido.
    Tardó nos minutos en reaccionar, lo que necesité, sincronizadas por el azar, para asumir que lo que tanto anhelaba se estaba produciendo en ese instante de forma distinta a las que había imaginado.
    A escasos dos metros me vi reflejada en un espejo humanos. Su pelo era más corto que el mío y su piel un tono más oscura. Las mismas facciones, sin ninguna marca distintiva, la misma complexión. Nos observamos con curiosidad. Nuestras miradas se hallaron expectantes, la suya favorecida con un ligero maquillaje que resaltaba el verde de sus ojos.

    Escéptica e insegura se aproximó a Federico, testigo mudo con Andrés, que le ayudó a ponerse en pie para no perderse detalle en un campo visual más cómodo. El fiel mayordomo se disculpó apesadumbrado por no haber anunciado la llegada de la segunda señora de Osorio, convencido del azote emocional que a las afectadas nos estaba produciendo aquel primer encuentro.
    Cintia pasó de la curiosidad al escepticismo y luego a la moderación. Le debí parecer una criatura venida de otro mundo. De hecho era así, durante años, no conocía más mundo que la jaula de oro que los Van Heley me diseñaron.
    -¿Es posible? -murmuró para sus adentros pensativa y ceñuda.
    Estaba obnubilada por la visión de una mujer físicamente igual a ella. Recorrió lo pocos metros que nos separaba al tiempo que cercanía me iba acelerando el corazón. Se paró a menos de medio metro de mí. Nuestro ojos volvieron a unirse en una sola mirada. Cogió un de los mechones de pelo que me caía por el pecho para cerciorarse de que yo era real y lo abandonó a su suerte. Temblé. Un ligero malestar empezó a sacudirme. Estaba nerviosa. Abracé mi vientre para sentir a mi hija. Me estremecí cuando sus manos buscaron las mías y me las cogió.
    -Es verdad.  Existes... 
    Sus palabras denotaron que tenía más información de la que los presentes en la estancia sospechábamos.
    -Querida -Federico intervino-. Ella es Sancha, tu...
    -Sancha... -pronunció mi nombre débilmente, interrumpiendo al mágnante-. Es mi hermana... Tengo una gemela.
    -¿Sabías de ella? -inquirió Osorio desconcertado como yo con la reacción de Cintia.
    -Más o menos.
    Afuera comenzó a llover y el cielo tomó prestada la tonalidad de un anochecer precoz. Andrés avivó el fuego de la chimenea ocultando una brizna de satisfacción por haber cumplido con el propósito de aligerar la carga que pesaba sobre la conciencia del señor.
    La sala donde nos hallábamos sería testigo, una vez más, de una historia que ninguno de sus ocupantes olvidaría. Cintia se sirvió un dedo de ginebra del minibar y se lo bebió de un trago.  Luego se acomodó en el asiento del medio del tresillo que separaba las dos butacas que habíamos ocupado Federico y yo.
    -Lo necesita.
    -Querida, cuéntanos.