domingo, 31 de enero de 2021

7. St. Liselot Katholieke College

 

    Mi hogar durante trece años fue fundado en 1687 por la orden de las Honorables Siervas de Dios. En el inicio era un convento donde ingresaban damas de la nobleza que no deseaban contraer matrimonio o cuyas transacciones familiares para concertar un casamiento basado en el intercambio de intereses, no habían prosperado, siendo la mayor virtud de las doncellas no haber sido enajenadas por ningún caballero.

    Las dotes que les correspondían a las futuras monjas por su posición o propiedades de que dispusieran por herencia, las  gestionaba la dirección de la abadía, que a lo largo de los años invirtió el capital disponible en la adquisición de terrenos colindantes al convento donde se erigieron edificios entorno al claustro, anteriormente patio, comunicados entre si por largos y fríos pasillos empedrados. Las dependencias creadas fueron destinadas a que las hermanas cultivaran las disciplinas asimiladas en su condición de nobles, tales cómo la música, aprendizaje de idiomas, la escritura o el bordado.
    
    En 1825 con el nombramiento de la nueva abadesa, de origen español, las puertas del convento se abrieron para recibir a las primeras alumnas. Las ampliaciones realizadas durante más de un siglo y el descenso de ingresos de novicias en las últimas décadas propiciaron que la orden de las Honorables Siervas de Dios no gozara de la solvencia de otros tiempos, situándose en el umbral de una ruina inminente. Sor Prudencia, cuyo busto se alza en el centro del claustro del St. Liselot Katholieke College sobre un pedestal de mármol con expresión afable, determinó rentabilizar las habilidades y conocimientos de las hermanas, fruto de la instrucción recibida en su vida anterior al noviciado, impartiendo clases a señoritas de su mismo rango social, con inquietudes intelectuales.
    Cinco años habrían de transcurrir para que el convento de St. Liselot se constituyera como colegio adoptando el nombre de St. Liselot Katholieke College y fue innovándose mandato tras mandato, adaptándose al sistema educativo neerlandés de cada época. 
    A mediados del siglo XIX se empezaron a acoger a las alumnas que vivían fuera de Ámsterdam y medio siglo después, el colegio se confirió como internado de sobrado prestigio en la actualidad. 

    Le debo a Sor Prudencia, una mujer enigmática de la que solo se conoce que sus padres estaban al servicio del rey Guillermo I y de su primera esposa Federica Luísa Guillermina de Prusia, que conservara las raíces castellanas y que el español fuera uno de los idiomas que se implementara en el centro docente, además de los que se impartían desde su creación: francés, inglés y alemán. 

    Después de terminar Basisschool y de aprobar CITO, en el cuarto año de VWO me decanté por la rama de Cultura y Sociedad porque una de las asignaturas era la lengua de mi madre. En un sentido romántico, aprender el idioma me acercaba a mi origen más desconocido y fue determinante para elegir la licenciatura de filología años más tarde en la universidad. 

    Alicia era la profesora nativa a cargo de las clases. Dado el entusiasmo e interés que mostraba en la materia, me propuso perfeccionar la dicción en las horas libres en que coincidiéramos. Gracias a las conversaciones que manteníamos sobre variados aspectos de la vida, además de los más cotidianos, mi español es claro y limpio, con ausencia de dejes neerlandeses. 
    Guardo un grato recuerdo de ella por acercarme a un país tan desconocido pese a mis raíces. Me animó a que profundizara en el estudio de la lengua románica aunque supusiera oponerme a las preferencias de Godelieve y Huub, que se inclinaban por una licenciatura pedagógica que no restara tiempo a mis obligaciones de esposa cuando encontraran al marido adecuado. Nunca les gustó que la sangre española solapara a la holandesa que corría por sus venas. Detestaban todo lo relacionado con el país de su nuera.
    Les desoí.
  
    
NOTAS DE INTERES

Basisschool: educación primaria en el sistema educativo neerlandés.

CITO: examen que se realiza al término de la primaria que determina qué tipo de educación cursar entre la tres existentes: VWBO (voorbereindend middelbaar beroespsonderwijs, equivalente en España a la Formación Profesional (F.P). Tiene una duración de cuatro años, combinando prácticas y teoría), VWO (voorbereindend wetenschappelijk onderwijs, nivel más alto dentro de la educación secundaria, considerada como superior, con una duración de seis años, los tres últimos con materias opcionales) y HAVO (hoger Algermeen voortgezet onderwijs, educación secundaria un nivel inferior a VWO, con una duración de cinco años). 

Honorables Siervas de Dios: dicha orden no consta en ningún registro. Licencia inventiva de la autora.

St. Lisetlot Katholieke College: la autora ha tomado como referencia para la creación del colegio Begijnhof, antiguo santuario de una hermandad de mujeres católicas en el centro de Amsterdam que data del siglo XIV.  En la actualidad es un conjunto de casas elegantes.

sábado, 30 de enero de 2021

6. Hostal Cándida



    "Hostal Cándida" era la segunda opción en el listado de pensiones que aparecieron al escribir en la barra del buscador: hostales próximos aeropuerto Madrid. 
    Llamé para preguntar si disponían de habitaciones libres y una voz somnolienta contestó que sí y colgó. Eran las siete de la mañana y no todo el mundo tiene un buen despertar, aunque se encuentre dentro del horario laboral.       

    Dos golpes fuertes hicieron vibrar la puerta de la habitación y los muebles. Al otro lado la voz de la mujer que me atendió detrás del mostrador del vestíbulo a mi llegada y por teléfono retumbó en el pasillo.                                                    
    -Muchacha abre la puerta.
    El miedo me asaltó. Había transcurrido un día entero desde que Jenkin sufriera el accidente. La politie tendría datos sobre mí existencia. Habría registrado mi casa, poniéndola patas arribas como en las ficciones que veía por televisión y seguido la pista hasta Madrid a través del pago con tarjeta del billete de avión. Me habían localizado.
    Resignada asumí que estaba perdida. Respiré profundamente sin conseguir apaciguar los nervios. Abrí la puerta esperando hallar a la mujer acompañada por la policía. Sorprendida comprobé que estaba sola. Probablemente me esperaban en el vestíbulo a petición de la gerente para no alarmar a los huéspedes.
       -No tienes buena pinta ¿estás bien?
       Percibí fastidio en su mofletudo rostro, en ningún caso preocupación, tal vez porque mientras hablaba masticaba chicle poniendo el último hálito en ello.
       -Me he quedado dormida.
       No hubo disculpa cordial por haber interrumpido el sueño de un usuario. De la educación no había hecho virtud la mujer que tenía delante en los sesenta años que le calculé que tendría. Por su actitud apática parecía estar de vuelta de la vida.
       Mentí. Estaba sentada encima de la cama observando un sobre marrón del tamaño de medio folio que debí coger mezclado con la ropa al sacarla deprisa del armario de mi habitación para meterla en la maleta, que me dejó Godelieve previendo que pronto se reuniría con Huub en el más allá. Lo guardaba en un cajón entre los jerseys. Nunca me había atrevido a abrirlo. No tenía interés en conocer su contenido ni en continuar bajo el influjo de seres desprovistos de la humanidad de la que alardeaban los Van Heley.
        
       ¿Volvería alguna vez a Holanda?
       Oí decir a un compañero de trabajo que vendía su casa porque con la llegada del primer bebé se le quedaba pequeña y sin pensarlo, sin haberme planteado antes comprar una vivienda, le pregunté si podía enseñármela. En el número 4 de la calle sperwerstraat en Badhoeeverdrop, delante del jardín de treinta metros que era indispensable atravesar por un camino de piedrecitas meticulosamente colocadas para acceder a la casita de dos plantas, en el municipio de Haarlemmermeer no dudé dos segundos que había encontrado mi hogar. Cincuenta metros por planta, dos habitaciones, dos baños, cocina independiente, salón - comedor y luz por los cuatro costados filtrándose por los grandes ventanales de madera blanca con palillería, era ideal para alejarme de Amsterdam y de la inquina de los Van der Berg. El refugio que necesitaba.
       
    La mujer, que desprendía lozanía sin esfuerzo, echó un rápido vistazo al interior del cuarto con medio cuerpo dentro.
  -No has probado bocado desde esta mañana. Son casi las nueve. Baja y tómate un caldo de cocido. Lo he preparado para la comida.
     Hablaba con las pausas y desafecto de un telegrama. Impasible.
     -No tengo hambre, gracias.
   Volví a mentir. Estaba hambrienta. Las tripas rugían y el vacío del estómago dolía, pero mientras menos contacto tuviera con las personas con la que me cruzara, más a salvo me sentiría.
   -No quiero que te enfermes en mi hostal. Estás pálida como una bombilla fundida. Bajas, te tomas el caldo y vuelves aquí. No te cobraré la comida.
   Asentí con la cabeza. La ausencia de elegancia en los modales y su mirada autoritaria me hicieron tan pequeñita que podría haberme escurrido por uno de los poros del cemento que juntaban las baldosas crema del suelo.
   Acabamos en el comedor de su casa en la planta baja comiéndonos unos garbanzos con morcilla en la sopa y un surtido de embutidos después. Cuando me contó que la morcilla se elaboraba con sangre de cerdo, grasa, carne y especias, me dieron arcadas que disimulé hipando. Sofoqué el vómito con la ingesta de agua para no ser descortés con la anfitriona.
    -No me gusta comer sola. Los días que estés en casa, comeremos juntas.
     Ahogó un ademán de réplica con la sentencia.
     -No se hable más.

    De vuelta al dormitorio, como me costaba conciliar el sueño tras la copiosa cena, trabajé con el portátil en la traducción de una novela anónima que la editorial me había encargado. Compartía con la protagonista el apellido Van Heley, lo que me resultó curioso y atrayente a la vez, además de un físico similar. No me extrañó demasiado. En Países Bajos el cabello claro es común entre la población, no tanto los ojos verdes, como los del personaje principal y los mios.
    "Memorias de una jeta" parecía una historia real, pese a ser una ficción de autor desconocido, narrada en primera persona, en la que el personaje principal, hilarante y superficial, se alía con su amante para robarle a su marido, sesenta y cinco años mayor que ella, una joya preciosa a la que el anciano tiene especial afecto, para abandonarlo y vivir con holgura.

    Durante la lectura reflexioné sobre si dos personas completamente opuestas, ella y yo, podrían ser amigas. Concluí que no por un periodo de tiempo extenso. Eramos antítesis. El destino es caprichoso.       


NOTAS DE INTERÉS

Haarlemmermeer: municipio en la provincia de Holanda septentrional. Porción de tierra ganada al agua que debe su nombre al lago Haarlem.

Badhoevedorp: ciudad en el municipio de Haarlemmermeer, provincia de Holanda septentrional. 

Memorias de una jeta: autobiografía escrita por Cintia Aurora María Van Heley de Haut.


sábado, 23 de enero de 2021

5. Los Van Heley



Huub Van Heley era notario cuando contrajo matrimonio con Godelieve de Vries, hija de un empresario textil dedicado a la comercialización de tejidos en Ámsterdam.

Se conocieron una mañana de octubre de 1955 en el despacho de Huub. Godelieve acompañó a su padre a la firma de las escrituras de una parcela que había adquirido para ampliar el negocio. Él estrenaba la treintena, ella lo haría cuatro años más tarde.

No fue un flechazo. Ninguno de los dos podría haber presumido de tener un físico recurrente a simple vista. Huub destacaba por su altura, delgadez y ojos saltones en una cara alargada. Peinarse con la raya en medio favorecía poco su beldad. Godelieve tenía finos labios, la nariz chata y un pelo rizado indomable. A sus veintiséis años había tenido dos pretendientes dispuestos a obviar su carácter austero en detrimento de franquearse la confianza del suegro con miras a ponerse frente a la gerencia de la fábrica de telas, cuando éste se jubilase y administrar sus bienes. Nada de eso ocurrió porque Godelieve, tan astuta como remilgada, no atendía a palabras edulcoradas.

        Al mirarse notario y heredera supieron que se interesaban. El amor, si acaso, llegaría con el tiempo, por lo pronto lo que inundaba sus corazones de generosidad era la conveniencia. Se casaron en la iglesia de St.Vincentius, en Edam-Volendam dos años después del primer encuentro, donde la novia había nacido y se había criado hasta los diez años, antes de que la familia de Vries se trasladara a Ámsterdan. Ewout Van Heley, su único hijo, nació al año y nueve meses de convivencia. La genética de sus progenitores le esquivó, pues no guarda parecido con ninguno de los dos y creció como un niño aparente. Ewout es mi padre. 

        Los Van Heley no me quisieron. No mostraron ningún afecto o cariño hacia mí, ni siquiera cuando enfermaba o estaba triste. Ni un solo gesto que denotara que éramos familia y no extraños. Entre ellos el desapego se imponía tintando sus vidas de amargura. No sé si la pérdida de su hijo les sumió en un dolor del que no pudieron o no quisieron salir, pero en la casa de los Van Heley, austeridad y parquedad gobernaba cada una de las estancias.
    Con casi cuatro años me internaron en el St. Liselot Katholieke College y solo me toleraron durante las vacaciones de Navidad, primavera y verano, en las que me permitían salir al jardín cuando la palidez de mi piel parecía enfermiza. El resto del día lo pasaba encerrada en la habitación y sujeta a estrictas normas de conducta. Les estorbaba. La animadversión que desarrollé hacia ellos aumentó al tiempo que me hacía mayor. 

        Se ocuparon de educarme cuando mis padres perecieron en un accidente de tráfico a las pocas semanas de nacer. Solo recuerdo que los mencionaran dos o tres veces y por lo que percibí en esas raras ocasiones, mi madre, su nuera, no era santo de su devoción. Sin haberla conocido, ni siquiera visto en alguna fotografía que hubiera de ella con mi padre en la casa, la quería solo por la inquina que los Van Heley le dispensaban. Debió ser una mujer extraordinaria si liberó a mi padre del despotismo sus padres. La "españolita" como se refirieron a ella una vez, les separó de su hijo. Nunca se lo perdonaron y me castigaron con su indiferencia por haber pernoctado en su vientre. Esa es la teoría que ideé para justificar lo injustificable.

       Ignoraba si tenía parientes por parte materna y en caso de que así fuera, si conocían mi existencia. Toda referencia a mis orígenes estaba vetada. El aislamiento del que fui víctima era desconcertante. No tenía absolutamente ninguna información sobre mis padres: cómo eran; dónde vivían; a qué se dedicaban; cuándo tuvieron el accidente; dónde descansaban... y preguntar asaltada por la inquietud que desata el desconocimiento era pretexto para una amonestación.
       -Esfuérzate en cumplir con tus obligaciones y no malgastes el tiempo en atribuciones que no te competen.
    Mis padres no eran asunto mío. Me habían traído al mundo, deseaba fervientemente que con ilusión, no obstante debía desentenderme de ellos porque los Van Heley los habían borrado de nuestras vidas.

        No les quise aunque me hubiera gustado hacerlo, ni sufrí su pérdida. No les echo de menos y pensar en ellos me da escalofríos.
        No sufrí su pérdida.
     No quisieron a su nieta, el legado de su único hijo. Era lo que les quedaba de él pero me vivieron como una condena. Era su castigo. Conservaron las apariencias de puertas para afuera y me acogieron en su casa como obra de caridad para ganarse el cielo, aunque estarán ardiendo en el infierno.

        Cuando Godelieve de Vries se fue, cinco años después de que Huub Van Heley lo hiciera, sentí liberación y colgué el hábito. Lo tenía decidido desde que tomé los votos monásticos. Esperé  pacientemente a que llegara el día en que el último de ellos emprendiera el viaje más largo para empezar a vivir sin el yugo que suponía su existencia. Tenía veintinueve años y era libre.

 NOTAS DE INTERÉS 

Edam-Volendam: municipio en la provincia Holanda septentrional, a orillas del lago Ijsselmeer, a una distancia aproximada de 20 kilómetros de Amstedam.

Sint-Vincentiukerk: iglesia católica de estilo neobarroco construida en 1.860 con la finalidad de cubrir las necesidades religiosas de los habitantes de Volendam, que tenían que desplazarse hasta Edam para oír los oficios.

St. Liselot Katholieke College: licencia inventiva de la autora.