domingo, 19 de diciembre de 2021

39. Despertar


    Esta parte de las memorias podría haberla escrito mi hermana, frívola en extremo y exceso. La condescendencia con la que mis padres la criaron o malcriaron proporcionándole todo cuanto quería por ser hija única, la transformaron en una voraz caprichosa a la que sólo le interesaba su propio bien o así fue hasta que el amor obró el gran cambio. Engañó a su recién estrenado marido, Gonzalo, mi salvador en el parque de El Capricho, durante la luna de miel con un guía francés con el que materializó algunas de sus ardientes fantasías, no les dio tiempo a más, en una visita a Versalles, y del que al cabo de los años se enamoró al coincidir en Madrid ambos y al que haría padre sin que éste sepa que lo es aún. 

    A su segundo marido le fue infiel con un vividor que le instó a cometer un delito y luego la traicionó. Teniendo en cuenta la edad del esposo, más de noventa y cinco años, su piel reclamaba otras pieles menos flácidas. Mi nonagenario cuñado o ex cuñado, puesto que se divorciaron obligados por los hijos de éste que nunca toleraron la presencia de Cintia en la vida de su padre, a la que consideraban una interesada, como cierto era, en sus años de esplendor tuvo una aventura con mi abuelo materno en Tánger... Un ménage à trois en el que también participó la primera esposa del empresario.

    Es posible que nos parezcamos más de lo que me gustaría admitir. Como ella, también fui una amante sin escrúpulos de un hombre casado al que amaba desde los quince años y al que creí cuando me perjuraba que nuestra situación era transitoria y que algún día, que ya no llegará, iría cogida de su mano con legitimidad.  Jenkin mentía para conservarme a su lado.

    Hasta aquella mañana de mediados de un octubre invernal, delante de un puesto de comida rápida, nunca había mostrado interés por las posaderas de nadie. No me fijaba en ciertas zonas del cuerpo masculino porque reparaba en la expresión facial, pero lo del chico que estaba justo delante de mí era llamativo. A Cintia también se lo hubiera parecido, incluso habría encontrado la forma de tantear el género con alguna excusa tonta. 

    Ataviado con unos pantalones ajustados color caqui que le redondeaban unas nalgas respingonas no pude apartar los ojos de esa parte de su fisionomía que distraído mientras contaba el dinero que tenía en el billetero, ignoraba la corriente alborozada que provocaba a una desconocida. Al llegar mi turno me aliené a su lado y con discreción vislumbré su perfil armonioso.  Le sirvieron el pedido y al depositar en la mano del vendedor unas monedas, a este se le escurrieron entre los dedos cayendo al suelo. Ambos, el amo del trasero sobrenatural y yo nos agachamos a recoger los céntimos. Nuestras cabezas se rozaron levemente, nos miramos y sonreímos por la torpeza. En ese primer contacto visual me sonrojé por estar pensando en sus glúteos. Le entregué las monedas rescatadas. Me dio la gracias. Pagó al vendedor y se marchó dándole un mordisco a su kroket mientras me deleitaba siguiendo el movimiento de sus posaderas arriba y abajo, a la par que por dentro una segunda ola de calor que se manifestó en mis mejillas. Era la misma sensación de bienestar que me producía la presencia de Jenkin en el St. Liselot o cuando mis cavilaciones derivaban en él.

    Diantha se rió cuando se lo conté azorada de camino a la casa de Siem, que nos había invitado a cenar un viernes para presentarme a Yani, al que mi amiga conocía por la amistad que le unía a Siem desde hacía años.
    -Tu mundo sensorial está despertando... Te encantará experimentarlo.    
    Me ruboricé. En un año Diantha había tenido dos relaciones a las que no había dado importancia tal vez porque de ninguno de los dos chicos se había enamorado, lo que para mí era inconcebible hasta que unas nalgas hicieron que aseverara que se puede sentir atracción física hacia otra persona sin que sentimientos amorosos intervengan y que además es común que pase. Lo raro es lo contrario.
    Esa noche dormiríamos en casa de los Bakker para no tener que volver a Amsterdam tarde. Yani era recepcionista de un hotel londinense y pasaba unos días de vacaciones en Almere. Siem hablaba con tanta admiración de él que a veces, cuando lo hacía, sentía tristeza de que nadie me tuviera en el mismo concepto... Lo que me entristecía era que Jenkin no me tuviera en ese concepto. El resto de los hombres me daban igual.
    Llegamos a la casa de Siem en Koperslagerhof. Diantha llamó al timbre decidida. Uno o dos minutos después un chico moreno con los ojos color canela nos abrió la puerta.
    Me abotargué al instante.
    Estaba delante del culo respingón... Yani.

 

NOTAS DE INTERÉS:

Kroket: snack consistente en un panecillo frito de ragú de carne, satay de pollo, camarones, gualash o vegetariano, aderezado con pan rallado por encima, parecido a la croqueta española, que se sirve entre dos rebanadas de pan blanco o pan para hamburguesas.

Koperslagerhof: nombre de calle en el distrito de Almere Stad, zona residencial moderna, próxima al lago de Weervater, en el que se pueden desarrollar actividades como la natación y la pesca.

2 comentarios:

  1. Siguen las coincidencias.
    El policia es interesante... Aunque te caiga mal.

    Un beso.

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  2. El no se relaja ni cuando duerme.
    En sueños persigues a los malos.

    Un beso.
    Sancha.

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