lunes, 6 de diciembre de 2021

36. La colisión


     El 18 de marzo de 2008 no imaginaba mientras desayunaba un bol con cereales sentada en la terraza, contemplando a dos periquitos picoteando una de las zonas ajardinadas que precedían la entrada al edificio donde vivía, que esa noche no dormiría en casa. 
    Mi habitación en el piso de alquiler era pequeña y acogedora, lo contrario al amplio dormitorio que los Van Heley dispusieron que ocupara las temporadas que pernoctaba allí durante las vacaciones del St. Liselot. Decorado de forma austera, crecí entre muebles deprimentes como el ambiente que copaba cada una de las estancias del matrimonio.
    Los diez metros ocupados por una cama, un armario de dos puertas y un escritorio en madera de pino me hacían dichosa alimentando la calma. Era mi hogar, el refugio seguro que había elegido. No necesitaba más.
    
    El día empezó como cualquier otro: clases por la mañana en la facultad; de dos y media a tres, comía lo que me hubiera preparado en un tape la noche anterior en las inmediaciones del recinto y a las tres empezaba el turno en la biblioteca  de la universidad, sin embargo, terminó como menos podía esperar, tirada sobre el asfalto.
    Entorno a las ocho y cuarto de la tarde, después de terminar la jornada, en el semáforo de la calle De Boelelaan esquina Van der Boechorststraat, un coche me embistió saltándose el semáforo rojo e invadiendo el carril bici por el que transitaba de regreso al piso, haciéndome caer sobre el lado izquierdo del cuerpo. Recuerdo ligeramente y de forma confusa maniobrar para evitar la colisión al percatarme del avance del vehículo, pero todo sucedió tan rápido que los segundos transcurrieron sin esperarme.
    Los transeúntes que presenciaron la escena acudieron a socorrerme arremolinándose a cierta distancia para evitar que me abotargara. La politie tardó menos de diez minutos en llegar, poco después lo hizo la ambulancia con un médico y un enfermero. Intenté enderezarme varias veces, convenciéndome de que estaba bien, que solo era un golpe, algunos rasguños sin importancia, aunque me dolieran todos los huesos del cuerpo por el impacto recibido, pero las personas que me custodiaron hasta que los profesionales tomaron el mando de la situación, preocupados, me los desaconsejaron ostensiblemente. Alguien me echó una chaqueta de lana por encima del cuerpo al verme temblar como la llama titilante de una vela.
    El casco evitó que el golpe en la cabeza fuera mayor, aún así utilizaron un inmovilizador craneal y un collar cervical como medida preventiva y con sumo cuidado los facultativos me trasladaron a la camilla después de liberarme de la bicicleta, que aún seguía entre mis piernas, con los pies sujetos a los pedales. Afligida y dolorida fue consciente a ratos de lo que ocurría a mi alrededor. La politie se encargó de despejar la zona y reactivar la circulación. Entre las numerosas personas que se detuvieron una voz olvidada se lamentaba una y otra vez como si sus palabras fueran un mantra que me martillearon las sienes produciéndome un tremendo dolor de cabeza. El pasado se hacía presente.
    -Lo siento, lo siento... no sé qué ha pasado, he perdido el control, lo siento, lo siento. Dios, qué he hecho…
    En la confusión y enfocando las imágenes a través del rabillo del ojo intuí como un policía apartaba a la dueña de la voz y le pedía que le acompañara a la comisaría para tomarle declaración sobre el atropello.
    Cuando la camilla se inclinó ligeramente para introducirme dentro de la ambulancia, la vi con claridad. Sin pronunciar una sola palabra entendí el mensaje que me enviaba con la cara abnegada de falsas lágrimas y su habitual sonrisa victoriosa: "Espero que no regreses nunca".
    Heleentje era la conductora.

    
   
NOTAS DE INTERÉS
 
De Boelelaan & Van der Boechorststraat: interseción con carril para bicicletas en el barrio de Buitenveldert, donde se ubican varias sinanogas y colegios judíos a pocos metros de la Vrije Universiteit Amsterdam, en el districto de Zuideramstel (sur de Amsterdam).
    

2 comentarios:

  1. Otro misterio más en tu vida.
    Me tienes en ascuas.
    Si te llamo ¿me lo cuentas?

    Un beso.

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  2. Todo a su debido tiempo.
    Merece la pena esperar.

    Un beso.
    Sancha.

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