domingo, 28 de noviembre de 2021

35. El hidalgo

 


    Al empujar la puerta del establecimiento unas campanillas sonaron anunciando la entrada de un cliente en "El hidalgo".
    El olor a libros, papel y tinta me embargó y enseguida me encontré cómoda en un espacio desconocido. Al fondo del local, el anciano que me saludaba con la mano cada vez que me detenía delante del escaparate, despejaba el mostrador con sumo cuidado, de libros, que por los materiales empleados en la encuadernación y la serigrafía dorada que los adornaba, debían pertenecer a ediciones del siglo XIX. Piezas de coleccionistas.
    Caminé expectante entre las dos filas de mesas dispuestas en paralelo llenas de ejemplares de publicaciones recientes. Las estanterías eran de madera barnizada igual que el mostrador y el escritorio de la izquierda y los dos sillones orejeros tapizados en azul oscuro. La librería era una reliquia con más de un siglo en su haber.
    -Te impresionas fácilmente o eres sensible a una época que por edad no viviste -el anciano se quitó los guantes de látex manipulaba los libros antiguos.
    -Delante de joyas antológicas como su librería solo puedo asombrarme admirada -me acerqué al mostrador aligerando el paso -. ¿Cuándo se inauguró?
    -En 1899. Aún no había nacido -se rió ante su propio comentario -lo hice treinta y cinco años después ahí detrás -señaló la cortina de terciopelo azul que había a su espalda cubriendo la entrada a la trastienda-. Mi madre se puso de parto un mes antes de lo previsto y no hubo tiempo de avisar a la partera. En veinte minutos y con la asistencia de mi asustado padre llegué al mundo entre montones de libros. Como ves, mi vida está ligada a "El hidalgo" desde que abrí los ojos entre sollozos. Con un poco de suerte mi biznieta -miró hacia la joven que pasaba el plumero por las estanterías- me tomará el relevo. Ninguno de mis hijos ni de mis nietos han mostrado el interés de Sofía por perpetuar la difusión de la sabiduría -otra sonrisa asomó a su boca -Elegí su nombre... Dejando el solidoquio para otro momento que espero me concedas,  ¿en qué puedo ayudarte?
    -Busco un libro, "Memorias de una jeta". La autora es Cintia Aurora María Van Heley de Haut. Podría haberse publicado hace pocas semanas.
    -No me resulta familiar, aunque si la publicación es tan reciente es posible que esté en fase de distribución aún -extrajo de un cajón bajo el mostrador un bloc y anotó de memoria los datos que le había facilitado del tirón-. Deja que haga algunas consultas. Si el libro ha salido a la venta cuenta con tener un ejemplar en "El hidalgo".
    -Le agradezco...    
    -Alonso Quijano al servicio de tus inquietudes literarias -me ofreció una mano con arrugas que contaban su historia. Cuando la estreché sonriendo por la sorprendente coincidencia de que el librero llevara el mismo nombre que el caballero de la triste figura, puso la otra mano encima de la mía en un gesto afectuoso.
    -Me hospedo en el hostal de Cándida.
    -Asintió con la cabeza como si ya lo supiera.
    -Mañana al mediodía tendré una respuesta. Te espero.
    Asentí satisfecha con la cabeza.

2 comentarios:

  1. La carga genética de maldad es preocupante.
    Heleente tiene tanta carencias en su vida que necesita llamar la atención con las peores acciones porque por si misma no podría.
    Siento que fueras su víctima... una vez más.

    Un beso.

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