No quería que ocurriera y no
ocurrió. Niek se abalanzó sobre mí acorralándome entre su grotesco cuerpo y la
pared de la fachada trasera de la casa de los Van Heley con el propósito de
babearme con su repugnante y sedienta boca. En un auto reflejo defensivo encajé
la rodilla en su entrepierna. Se dobló hacia delante con las manos puestas en
el epicentro del dolor y los dientes apretados.
La aniquilación que ejecutó con los ojos
fue inmediata y me alcanzó con una sonrisa de
satisfacción en el rostro.
-¿Qué haces?
-Delimitar territorios. Hay fronteras
infranqueables.
Así terminó la sugerencia de Huub durante la comida de que
saliéramos al jardín a pasear mientras ellos se retiraban a descansar.
No someterme a su voluntad ni dejarme avasallar me traería problemas. Los
hermanos Van der Berg encajan mal las negativas, creyéndose seres superiores
merecedores de la subordinación de los demás.
La reacción de Godelieve al contarle que
su admirado Niek se había tomado atribuciones que no le correspondían en un
exceso de confianza mal entendida, fue suspirar sonoramente y pronunciarse con
desdén.
-Si sus atribuciones te parecen
inadecuadas debes preguntarte qué parte de responsabilidad tienes en ellas.
Todo cuanto me pasaba desde que la niña
huérfana tomó consciencia era consecuencia directa de mi torpeza, de mi falta
de respeto hacia las cosas, de no prestar atención al entorno... Me habían
cargado con tantas culpas a lo largo de los
años que llegué a creer que era una botarate y que no alcanzaría la madurez
suficiente para ser independiente. Me anularon completamente y me hicieron una
persona débil de la que se sirvieron para manejarme a su antojo. No contaban que en Almere cambiaría todo. Podrían
amedrentarme con amenazas, pero cada vez me daban menos miedo.
-Por un infortunio mi rodilla ha
golpeado su miembro viril -escogí deliberadamente términos que la escandalizaran. Enrojeció enrabietada-. No hay que
temer por su descendencia hay métodos reproductivos eficaces... -suspiré indiferente -Compartimos las mismas
responsabilidades -Godelieve tiró la madeja de lana que desenredaba contra el
borde de la cesta de mimbre marrón que sostenía en el regazo con tal ímpetu que
rebotó y cayó al suelo. Amagué una sonrisa que la enfureció más.- Me voy.
-Te irás después de la cena, como es
costumbre.
No discutí con
ella, no valía la pena. Tampoco acaté su
sentencia.
Salí disparada hacia mi habitación para guardar el escaso equipaje que llevaba para pasar el fin de semana y volví al
salón para anunciarle mi marcha.
Oí gritar mi nombre varias veces
mientras acortaba la distancia que me separaba del
vestíbulo. Por la proximidad de su voz seguía mis pasos. No lo comprobé
antes de cerrar la puerta.
Aquella escena me resultaba familiar.
¡El Quijote!
ResponderEliminarProbablemente el entrañable librero no use un orinal por sombrero, aunque los libros le vuelvan loco, en sentido figurado, por descontado.
Un beso.
Alonso es excepcional. Lleva las letras
ResponderEliminaren vena.
Un beso.
Sancha.