Ya en la trastienda,
acomodados en dos sillas al pie de una mesa redonda de madera cubierta por un
mantel de franelas verdes y azules, el librero confirmó mis sospechas, "Memorias
de una jeta" no se había publicado en España.
-La tal Cintia Aurora María Van Heley de
Haut no está registrada en la SGAE, al menos con ese nombre... Sin embargo...
-silencio intencionado al hilo de la transcendencia de lo que había averiguado-
he sabido a través de un grupo editorial que también edita prensa escrita, que
la supuesta escritora estuvo casada con un importante empresario e
inversionista madrileño, lo que en el género policiaco consideraríamos un pez gordo,
que movió todos los hilos, y no eran pocos, que tuvo a su alcance para evitar
que se publicara el encarcelamiento de la esposa, condenada a cinco años de
prisión por haber atentado contra la vida del magnate. Por alguna razón que se
me escapa, intentó proteger a su verdugo.
-¡Fue sin querer!... Un accidente -se me escapó sin remedio.
Articulé aquellas palabras convencida
de que mi hermana pese a no conocerla, era incapaz de finiquitar la vida de
nadie deliberadamente. Actuar de forma impulsiva le había conducido a cometer errores, yo misma era una virtuosa de las
equivocaciones, pero en su ánimo no estaba llegar tan lejos, aunque en alguna
ocasión lo hubiera deseado.
El desconcierto de Alonso se hizo
latente. La seguridad con la que me manifesté confirmaba que estaba al tanto de
más detalles de los que admitía. Solo había una manera de compensar el tiempo que
el tocayo del hombre procedente de un pueblo del La Mancha de cuyo nombre
prefería no acordarse, había empleado en ayudarme con la mejor predisposición.
Abrí la mochila negra encima de mis
rodillas y dejé el portátil, que tardó unos segundos en encenderse, encima de
la mesa. Le mostré el manuscrito digitalizado.
-Esta es la razón por la que estamos en
su trastienda sentados.
Sentí regocijo viendo como sus ojos,
cansados por contemplar vidas ajenas en libros, se iluminaban como los de un niño
que no espera que le sorprendan, agrandándose por el asombro de lo que estaba
leyendo. Atinó a beber más té a falta de palabras que hubiera balbuceado de
haber podido emitir algún sonido.
-La editorial para la que trabajo en
Ámsterdam me ha encargado la traducción al neerlandés de las memorias de Cintia
Aurora María Van Heley de Haut. Al principio pensé que se trataba de una novela
de ficción, pero algunos hechos de los que he sido testigo -tragué saliva.
Encontrarse con los personajes en la vida real del libro que se está leyendo
rebasa la normalidad y asusta mucho- constatan la veracidad de las memorias. En ellas la autora
reconoce que suministró ansiolíticos a su marido, con un fin desdeñable, sin embargo, no fue la causante directa de que
acabara en el hospital con un lavado de estómago. La intervención de una
tercera persona fue necesaria para llevar al empresario a ese extremo -Alonso
escuchaba atento, elucubrando teorías sobre lo que estaba oyendo-. La acusaron
de un delito que no cometió. No aceptó la defensa que le ofreció su marido.
Cargó con la culpa para remedirse de acciones poco acertadas y empezar de nuevo.
Procesó la
información sin apartar la vista del enigmático prólogo con el que empezaban
las memorias... "He poseído todo cuanto quería. He perdido todo
cuanto poseía. Me he descubierto. Tengo lo más grande y me tengo a mi misma.
Soy libre (¡qué ironía!)". Desvió la mirada hacia mí sobrecogido
por las dimensiones que estaban cobrando las vivencias de una desconocida.
-No tiene sentido que las memorias se
publiquen en un país, a priori, ajeno a la autora, cuando en el de origen no
tuvo repercusión mediática alguna el suceso... a no ser... que la intención sea
mandarle un mensaje a alguien y el manuscrito sea el pretexto para hacerlo llegar
a través de ti -ingenio no le faltaba al hidalgo y perspicacia tampoco. Se dio
golpecitos en los labios con el índice pensativo- ¿Existe algún vínculo entre
la autora y tú?
-He descubierto recientemente que
Cintia es mi hermana gemela. Crecí pensando que era huérfana, pero tengo
pruebas que muestran que me ocultaron que tenía una familia intencionadamente.
-La
destinataria ere tú… ¿alguna idea de quién quiere abrirte los ojos?
Negué con la cabeza refugiándome en la
taza de té.
¿Quién conocía mi historia?
Ser feliz da miedo.
ResponderEliminarTu lo serás algún día con menos sobresaltos.
Un beso.
Aspiro a vivir tranquila.
ResponderEliminarUn beso.
Sancha.