sábado, 11 de diciembre de 2021

37. El manuscrito



    Alonso me invitó a tomar una taza de té en la trastienda de la librería mientras Sofía se encargaba complaciente de atender a los clientes que entraban en el establecimiento. Que su bisabuelo, al que admiraba profundamente por su erudición en varias materias, delegara en ella la responsabilidad de regentar el negocio en su ausencia, aunque estuviera a tan solo unos metros de distancia, le enorgullecía. Por la breve conversación que mantuvimos a mi llegada, tras el saludo inicial, supe que le apasionaba la literatura clásica, lo que es poco común para una joven de su edad, a quienes los intereses las alejan de las letras, horadando más en gustar a los demás para sentirse seguras de si mismas. Me contó entusiasmada que quería ser escritora y que la lectura era un aprendizaje constante que complementaba con la licenciatura de lengua y literatura que cursaba. No me cabe la menor duda que con el tesón y las ganas que tiene, algún día acunaré entre mis manos un libro con su firma.
    
    Ya en la trastienda, acomodados en dos sillas al pie de una mesa redonda de madera cubierta por un mantel de franelas verdes y azules, el librero confirmó mis sospechas, "Memorias de una jeta" no se había publicado en España.
    -La tal Cintia Aurora María Van Heley de Haut no está registrada en la SGAE, al menos con ese nombre... Sin embargo... -silencio intencionado al hilo de la transcendencia de lo que había averiguado- he sabido a través de un grupo editorial que también edita prensa escrita, que la supuesta escritora estuvo casada con un importante empresario e inversionista madrileño, lo que en el género policiaco consideraríamos un pez gordo, que movió todos los hilos, y no eran pocos, que tuvo a su alcance para evitar que se publicara el encarcelamiento de la esposa, condenada a cinco años de prisión por haber atentado contra la vida del magnate. Por alguna razón que se me escapa, intentó proteger a su verdugo.
    -¡Fue sin querer!... Un accidente -se me escapó sin remedio.
    Articulé aquellas palabras convencida de que mi hermana pese a no conocerla, era incapaz de finiquitar la vida de nadie deliberadamente. Actuar de forma impulsiva le había conducido a cometer errores, yo misma era una virtuosa de las equivocaciones, pero en su ánimo no estaba llegar tan lejos, aunque en alguna ocasión lo hubiera deseado.
    El desconcierto de Alonso se hizo latente. La seguridad con la que me manifesté confirmaba que estaba al tanto de más detalles de los que admitía. Solo había una manera de compensar el tiempo que el tocayo del hombre procedente de un pueblo del La Mancha de cuyo nombre prefería no acordarse, había empleado en ayudarme con la mejor predisposición.
    Abrí la mochila negra encima de mis rodillas y dejé el portátil, que tardó unos segundos en encenderse, encima de la mesa. Le mostré el manuscrito digitalizado.
    -Esta es la razón por la que estamos en su trastienda sentados.
    Sentí regocijo viendo como sus ojos, cansados por contemplar vidas ajenas en libros, se iluminaban como los de un niño que no espera que le sorprendan, agrandándose por el asombro de lo que estaba leyendo. Atinó a beber más té a falta de palabras que hubiera balbuceado de haber podido emitir algún sonido.
    -La editorial para la que trabajo en Ámsterdam me ha encargado la traducción al neerlandés de las memorias de Cintia Aurora María Van Heley de Haut. Al principio pensé que se trataba de una novela de ficción, pero algunos hechos de los que he sido testigo -tragué saliva. Encontrarse con los personajes en la vida real del libro que se está leyendo rebasa la normalidad y asusta mucho- constatan la veracidad de  las memorias. En ellas la autora reconoce que suministró ansiolíticos a su marido, con un fin desdeñable, sin embargo, no fue la causante directa de que acabara en el hospital con un lavado de estómago. La intervención de una tercera persona fue necesaria para llevar al empresario a ese extremo -Alonso escuchaba atento, elucubrando teorías sobre lo que estaba oyendo-. La acusaron de un delito que no cometió. No aceptó la defensa que le ofreció su marido. Cargó con la culpa para remedirse de acciones poco acertadas y empezar de nuevo.
    Procesó la información sin apartar la vista del enigmático prólogo con el que empezaban las memorias... "He poseído todo cuanto quería. He perdido todo cuanto poseía. Me he descubierto. Tengo lo más grande y me tengo a mi misma. Soy libre (¡qué ironía!)". Desvió la mirada hacia mí sobrecogido por las dimensiones que estaban cobrando las vivencias de una desconocida.
    -No tiene sentido que las memorias se publiquen en un país, a priori, ajeno a la autora, cuando en el de origen no tuvo repercusión mediática alguna el suceso... a no ser... que la intención sea mandarle un mensaje a alguien y el manuscrito sea el pretexto para hacerlo llegar a través de ti -ingenio no le faltaba al hidalgo y perspicacia tampoco. Se dio golpecitos en los labios con el índice pensativo- ¿Existe algún vínculo entre la autora y tú?
    -He descubierto recientemente que Cintia es mi hermana gemela. Crecí pensando que era huérfana, pero tengo pruebas que muestran que me ocultaron que tenía una familia intencionadamente.
    -La destinataria ere tú… ¿alguna idea de quién quiere abrirte los ojos?
    Negué con la cabeza refugiándome en la taza de té.
    ¿Quién conocía mi historia?

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