domingo, 4 de febrero de 2024

97. El trébol

 

    Me mudé a la casa de mis padres la segunda semana de diciembre coincidiendo con el puente de la Constitución y ocupé una habitación que nunca más volverá a tener cerradura. Mi hermana se instalaría en el apartamento que tiene en Gran Vía con Aldonza en enero tras el periodo de adaptación necesario para que madre e hija se conocieran después del reencuentro. Cintia estaba convencida de que era hora de hacerse cargo de la educación de mi sobrina. Se había asociado con Regina en  la empresa que ésta había fundado “æ” , dedicada al asesoramiento de eventos y perspectivas eran buenas. 
Sobre esta circunstancia versaba la conversación de la comida.
    -Madre lejos de mi intención está que mi juicio hiera tu sensibilidad -la niña interrumpió el viaje del tenedor ensartando un trozo de brócoli del plato a su boca al percibir un exceso de entusiasmo en la voz de su progenitora-, pero dada la laxitud que muestras al albor de mis actos, reconsiderar abandonar la casa de los abuelos seria un acierto. Lo apropiado es tomar una decisión tan transcendental cuando la mayoría de edad me ronde.
    -Cariño, soy flexible cuando la situación lo requiere. Confío en ti sin ambages. Sé que si me equivoco, tu buen tino sabrá reconducir cualquier error cometido. Tu eres la garantía de que nos irá bien.
    Aldonza miró al techo dejando fluir un flujo de aire contenido entre sus labios, los que deberían hacer acariciando otro trocito de brócoli. 
    -A mi pequeña no le falta razón -intervino la abuela-. Podrías aplazar la decisión unos meses más, tal vez años... Nada me gustaría más que tener a mis dos hijas ya mis nietas bajo el mismo techo.
    -Me sentiría dichoso si así fuera, sin embargo entiendo que para Cintia ha llegado el momento de dar un paso más.
    -Abuelo, avanzar a destiempo es un retroceso que indudablemente podría conducirnos a la hecatombe -los rizos se le movieron a la altura de los hombros cuando desvió la cabeza hacia mí y me miró con ojos vivaces-. Tía...
    Seguía los argumentos de unos y otros en silencio, disfrutando de la comida sin esperar que mi opinión importase.
    -Si planteas la situación como si fuera un reto y haces uso de la sagacidad y astucia que derrochas,  afrontarás los obstáculos con la herramienta adecuada para superarlos. Experimenta y transforma las circunstancia a tu conveniencia. 
    -Discurriré sobre el cambio de enfoque que propones y sobrellevaré las consecuencias derivadas de una determinación precipitada a todas luces inamovible.
    -Bravo Sancha -me murmuró mi hermana.

    La explicación de por qué Cintia se personó en la mansión coincidiendo conmigo llegó delante del Monasterio de Nuestra Señora de Gracia, en cuyo cónclave se encuentra la casa donde nació Isabel I de Castilla. El enigmático regalo que Federico le mandó por nuestro cumpleaños encerraba un misterio en la carta que lo acompañaba que necesitó aclarar ese mismo día. 

    "Cuenta la leyenda que en años lejanos a los nuestros, en Irlanda, San Patricio para hacerles entender a los irlandeses la importancia de la Santa Trinidad en el cristianismo, buscó un trébol de tres hojas, sin embargo, para su sorpresa halló uno de cuatro. 
    Para las antiguas civilizaciones celtas, esta variedad tan poco frecuente simboliza buenos augurios y ahuyenta el mal. Cada una de las hojas tiene un significado: esperanza, la que nunca perdí y espero que anide en vuestros corazones; fe, la que tuve en que lograría mi propósito y deseo que os acompañe; amor, el que motivó que intentara la cruenta realidad y no os falte para que os guíe a tomar buenas decisiones y por último suerte, que me ha asistido para irme en paz cuando deba hacerlo y bien seguro os alcanzará cuando la encuentres.

    Algún día, querida, entenderás estas palabras de un viejo, que no está loca, aunque te los parezca y ese día obtendrás la respuesta a los colgantes que sobre vuestro pecho me enorgullecería que descansaran."
    
    Me mostró la misiva manuscrita por Federico que extrajo de su bolso. La releí después de que Cintia la hubiera hecho audible en su voz.    
    -Imagínate, pensé que se estaba despidiendo con un jeroglífico que lo lograría descifrar sola... -me dio una cajita pequeña forrada en papel de seda rosa que guardaba con la nota idéntica a la suya-. Al verte sentada junto a él, comprendí porque había utilizado el plural. Aunque la carta iba dirigida a mi, es para las dos.
    Abrimos las cajitas a la vez. En el interior de una cadena pendía un trébol en oro rosa con las cuatro hojas en forma de corazón unidas en el centro por un pequeño diamante ocupaba el espacio.
    Mi hermana cogió mi colgante y me lo puso mientras susurraba: esperanza, fe, amor, suerte.
    Le puse su colgante en un ritual improvisado reproduciendo las mismas palabras.
    -Además de la sangre, nos une esto -observó tocando su trébol.
    Al unisono, mirándonos a los ojos, repetimos el mantra que Federico había creado para nosotras.
    Esperanza, fe, amor, suerte.
    
    

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