La primera quincena de agosto mis amigos se alojaron en la casa que los Bakker conservan en Almere, disponibles esos días porque ni los padres de Diantha ni sus hermanos iban a utilizarla. En conversaciones telefónicas les había adelantado algunos detalles de la razón por la que estuve un mes en silencio. Previsiblemente me reprocharon que no acudiera a ellos cuando pensaba que Jenkin estaba muerto en vez de huir a Madrid donde no conocía a nadie. El embarazo les causó sorpresa y un moderado sentimiento de alegría. Tener un hijo del doctor Brouwer suponía permanecer ligada a él de por vida y aunque habían respetado nuestra relación, en el fondo sospechaban como yo que no nos conducía a ninguna parte. Calificaron de atroz que los Van Heley me ocultaran que mis padres vivían y que les hubiera hecho creer a ellos que una de las gemelas estaba muerta. Tuvimos tiempo de hablar largo y tendido de todo lo que les había escondido durante años. Me vacié por completo verbalizando lo que había escrito en el diario iniciado en Madrid y asumiendo que sólo contándoles la verdad acerca de lo que había motivado algunas de mis decisiones del pasado, incomprensibles para ellos, recuperaríamos la amistad sincera cimentada años atrás.
-Alguna vez he pensado que la cordura te daba de lado -Diantha lamió la cuchara de helado de menta con pistachos. Estábamos en mi casa bordeando la madrugada, con el tímido flujo de aire que entraba por la ventana abierta haciendo que la llama de la vela aromática tiritara sobre la mesa -Tu impronta monjil me impactó.
-La estancia en la abadía fue una de las etapas más serenas de mi vida.
-¿Por qué no te vienes una temporada a Londres? Podrías trabaja con el portátil y pasar tiempo con Berend... -el ofrecimiento de Siem era tentador, no obstante, sabía exactamente donde quería estar.
-No lo descarto para más adelante -acaricié a mi hija a través de la piel de mi vientre-. Tengo que reorganizarme y cambiar algunas cosas.
-No queremos que estés sola durante el embarazo... Ven con nosotros... Los tres juntos como antes -en la voz de Diantha había un deje de súplica ilusoria.
-Es imposible que esté sola. Ella está conmigo.
Mi existencia recobraba el sentido perdido.
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