sábado, 24 de junio de 2023

75. La comida

 

    Elegí una bombonera con forma de cáliz de cristal tallado que sostenía sobre un pie de plata esculpido con los mismos pétalos que decoraban la tapadera del mismo mineral. Lo visualicé encima de la mesa blanca que los Brouwer tenían en la sala de estar, a cincuenta centímetros de los pesados y voluminosos libros sobre arte, cuya función ornamental  prevalecía sobre el interés de sus propietarios acerca de la disciplinas plásticas.
    
    El silencio se impuso entre ambas los segundos que Antje tardó en procesar la propuesta que le hice de comer juntas, embargada por la extrañeza o la sorpresa de mi llamada, antes de decidir aceptar. Después de enterarse de que Siem era el padre del hijo que esperaba, se distanció de mí, tal vez porque los remordimientos la abrumaban y no podía mirarme con la naturalidad de antes. 
    
    Un jueves a las doce y media fue el día y la hora acordada para encontrarnos a la puerta del restaurante que elegí  por haber estado en él otras veces. Allí me sentía cómoda. En mi territorio.
    El abrazo que nos dimos al saludarnos fue seco y de fingida cortesía, como si ninguna de la dos supiera a que atenerse o que esperar de la otra. La desconfianza fue un comensal más en la mesa. 
     Al entregarle la caja que contenía la bombonera, el asombro por el inesperado presente fue mayúsculo. Sus ojos reflejaron emoción en una mirada tibia que intentó mantener como complemento a la coraza con la que se había armado para reunirse conmigo.
    -Es un detalle en agradecimiento a las veces que has estado a mi lado cuando lo necesitaba.
    La estudié minuciosamente por si mis palabras causaban algún tipo de emoción o reacción en ella.
    -Es mi trabajo y eras tú. 
  -Aún así. No puedo compensar las horas que dedicaste a cuidarme, pero al menos quería que supieras que no olvidaré lo que has hecho por mí.
    Tragó saliva discretamente. Alzó el cáliz a la altura de la vista para ocultar su rostro y rehacerse en la mujer dura que se sentaba frente a mí. 
    -Es preciosa. Gracias.
    -La vi en una tienda donde he comprado algunas cosas para casa. Estos días estoy amueblándola con lo básico para instalarme.
    -¿Te mudas?
    Confirmé con la cabeza mientras nos servían el mosterdoep que había pedido ella y erwtensoep para mí, aunque ninguna de la dos tenía hambre.
    -Me gusta el apartamento donde vivo pero quería alejarme del barrio y he comprado una pequeña casa.
    -¿Por alguna razón en particular?
    Me quedé pensativa dándole vueltas con la cuchara a la sopa.
    -Por varias, supongo. Los últimos dos meses han sido complicados, por el aborto -volvió a tragar saliva- y por Niek... Conoces a su hermana Heleentje Van der Berg -asintió con la cabeza-. Era el asesor financiero de la familia. A los Van Heley les pareció el cándidato perfecto para su nieta y le invitaban a menudo a casa para que congeniáramos. Esas veces en cuanto podía me escabullía para pasar el tiempo justo en la misma estancia que él. Desde que me lo presentaron percibí que era igual que su hermana. El tiempo me ha dado razón.
    -Tenía entendido que estábais prometidos.
    Esa información sólo podía provenir del entorno de los Van der Berg. Antje acababa de confirmar con su aportación que había hablado con Heleentje.
    -Esa era la pretensión de Niek. Cuando me pidió que formalizáramos una relación inexistente, no acepté. Sin embargo Godelieve y Huub tenían herramientas para presionarme y obligarme a aceptar el compromiso -recordé la tarde que les comuniqué lo que estaba a punto de contarle a Antje con un sentimiento de triunfo. No se salieron con la suya. Tomé la riendas de mi vida y fui paciente- No lo lograron. Decidí ingresar en el convento que fue mi hogar durante siete años.
    Antje bosquejó una combinación de asombro y expectación en su rostro.
    -¿Te hiciste monja? -dejó el tenedor y el cuchillo que sostenía y juntó sus manos debajo de la barbilla- Quizás habían otras alternativas como simplemente cambiar de ciudad, de país...
    -Créeme es la mejor determinación que tomé. Abandoné el convento hace poco más de un año y medio. En Santa Coba encontré mucha paz- sonreí viéndome caminar entre los cultivos de tulipanes-. Los Van Heley no admitían más opción que la del matrimonio, así que les complací con la salvedad de elegir al marido... Hace unas semanas coincidí con Niek en un puesto del frutas del Cuyp. No le agradó verme sin el hábito y me increpó. Me siguió hasta casa. Esto lo he sabido hace poco. Es el motivo principal por el que me mudo. No quiero estar a su alcance. 
    -Si crees que puede hacerte daño, deberías denunciarle.
    -Los hermanos Van der Berg actúan de forma sibilina. La mañana de la que te hablo, cuando me siguió, me hizo unas fotos saludando a un conocido de ambos. Me dejaron las instantáneas en el buzón con una nota anónima informándome que la esposa del hombre al que saludé sabía que iba a tener un hijo suyo... Le hicieron creer una falacia- Antje tragó la siguiente cucharada de sopa con dificultad.
    Unos segundos de silencio con la vista puesta en nuestros respectivos cuencos.
    -¿Qué sentiste cuando viste la mano de Jenkin sobre mi vientre?
    Su mejillas simularon el color de los pimientos rojos.
    -Yo... yo no he visto la fotos.
 Se delató. Las personas acorraladas mienten hasta que les es imposible seguir haciéndolo.
 -Claro que no, me refiero en el hospital, cuando vino a verme, estabas en la habitación, ¿recuerdas?
    No tenía salida, esa situación no se había producido.
    -Buenos... es médico, las exploraciones son habituales...
    Se limpió los labios con la servilleta.
    -¿Si lo hubiera hecho en la calle le habrías adjudicado por un gesto afectuoso la paternidad de mi hijo?
    -No. Te conocemos desde que eras una niña...
    Cada vez estaba más nerviosa.
    Sonreí con tristeza.
    -Yo hubiera esperado que me llamaras para contarme que te habían enseñado unas fotos.
    -Lo habría hecho -adujo.
    -No podemos cambiar lo que ya no tiene remedio.
  La despedida fue aún más fría que el saludo inicial. Antje sabía que le había descubierto.
    
 
NOTA DE INTERÉS  

Mosterdsoep: sopa de mostaza que se cocina con puerros y a la que se le puede añadir  un trozo de tocino frito.

 Erwtensoep: sopa de guisantes que suele tomarse para cenar, a menudo se acompaña con un salchicha.
    
    
  

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