domingo, 24 de abril de 2022

56. La noticia

 


    En el hospital me hicieron una analítica, me tomaron la tensión y comprobaron los niveles de oxígeno y azúcar en la sangre. 
    Daniel, que detestaba que se dirigieran a él por diminutivo de su nombre porque así es como le llamaba su ex novia, me contó Cándida en una sobremesa en el taller del patio restaurando una mesa, me llevó en volandas a su coche, aparcado en las proximidades de la esquina donde chocamos. Con el lado derecho de mi cuerpo pegado a su pecho, advertí, en estado de semi inconsciencia, los latidos acelerados de su corazón y la respiración entrecortada. Estaba tenso. Me dejó en el asiento del copiloto asegurándose de haberme abrochado bien el cinturón de seguridad y en poco más de diez minutos entrábamos por la puerta del servicio de urgencias más cercano al barrio.
 
    No sé el tiempo que transcurrió desde que me exploraron en el consultorio del médico que me atendió hasta que una enfermera se apiadó de Daniel, estableciendo algún tipo de parentesco entre él y yo y dejó que me acompañara en la sala de observación donde permanecía reclinada sobre una camilla articulada enganchada a una botella de suero con más de la mitad del líquido suministrado.
    Entró sigiloso, creyendo que dormía al verme con los ojos cerrados y me observó unos instantes hasta que los abrí y le miré.
    -Hola -vocalizó cohibido- ¿cómo estás?
  -Bien -cansada, débil y con mucho sueño. Fui escueta-. Nos podíamos haber ahorrado venir al hospital. En unos minutos me hubiera repuesto.
    Su presencia me ponía de mal talante. No podía evitar ser arisca.
  -Testaruda -toda maniobra de contención desapareció en un instante- ¿No aprendiste nada en el convento?
    "Es de bien nacido ser agradecido"... No solo se había preocupado por llevarme al hospital, sino que permanecía allí conmigo. Claudiqué a su favor, por una vez.
    -Gracias -a regañadientes ejercí de bien nacida-. Te puedes ir. Aún puedes sacarle partido a la tarde.
    Una sonrisa sarcástica suavizó los rasgos de su rostro. 
    -Soy tu penitencia. Nos iremos juntos a casa cuando te den el alta -apoyó una mano sobre el colchón-. He hablado con Cándida para contarle dónde estábamos y me ha pedido que cuide de ti -cruzó los brazos sobre el pecho. Tanta actividad me ponía nerviosa-. Esto lo hago por ella. Te ha tomado afecto... habrá visto la parte de ti que me ocultas o no le has mostrado la parte que he descubierto.
    La duda estaba sembrada en tierra abonada. En su lugar, también hubiera dudado de alguien que dijera haber sido cura y apareciera casándose en dos fotos con varios años de diferencia. Ni por asomo hubiera barajado la posibilidad de un gemelo idéntico.
    Aborté un bostezo.
    -Conclusiones precipitadas -le espeté.
    -Cuéntamelo... hermana -su prepotencia era desquiciante.
    Refunfuñé desviando la cabeza hacia la pared de enfrente para evitar el contacto visual.
    El médico, un joven andaluz de ojos claros y cabello y barba rubios, entró con un portafolios.
    -Tenemos los resultados... -dejó descansar el portafolios en horizontal sobre la sábana bajera arrugada-. Los niveles de hemoglobina son bajos y hay déficit de hierro. Tener anemia es normal en su estado. Es importante seguir una dieta variada y equilibrada, rica en hierro... La carne, las legumbres, los huevos le aportará la proporción óptima para favorecer niveles saludables -consultó el portafolios-. El malestar, el sueño y las náusias son habituales en los primeros dos o tres meses. Los mareos son consecuencia de una mala alimentación.
    -¿Estoy incubando algún virus o bacteria?
    El joven de la bata blanca y rizos cortos sonrió extrañado.
  -Está gestando un bebé -miró a Daniel un segundo antes de volver a prestarme atención-. Van a ser padres.
    Daniel arqueó las cejas en perfecta sincronía y se dio media vuelta mesándose bigote y barba con el pulgar y el índice de la mano, repetidas veces. Luego soltó una carcajada que reflejaba el estupor.
    -Pueden marcharse a casa -firmó el informe, lo extrajo de la carpeta y se lo dio a Daniel-. Cuídese.
    A solas otra vez, Daniel seguía sonriendo incrédulo y yo me quedé en estado hipnótico. Embarazaba. Iba a tener un hijo del hombre al que había tirado por el balcón sin querer... Un descuido con consecuencias que no podía valorar.
    -Enhorabuena madre. Has ascendido en la jerarquía eclesiástica.
           

domingo, 17 de abril de 2022

55. Santa Coba


    Llegué a Lisse en el autobús de las cinco de la tarde con un bolso de mano donde guardar lo puesto, procedente de la estación de Diermen, donde me había despedido de Siem y Diantha con pesar. Ninguno de los dos intentó hacerme cambiar de parecer y respetaron mi voluntad en la mañana que compartimos juntos.
    La tristeza de las últimas semanas se fue diluyendo en el trayecto. Aplazaba mis proyectos por tiempo indefinido hasta que pudiera retomar mi vida sin condicionantes con nombre propio.
    
    La hermana Gabriëlle me abrió la pesada puerta de madera cuando la aldaba anunció mi llegada y me acompañó con semblante bondadoso al despacho de la abadesa Myrtha, a la que había conocido jornadas atrás, en la entrevista que mantuvimos cuando le entregué la solicitud de ingreso. Haber estudiado en una institución religiosa del prestigio del St. Lisselot Katholieke College sumado a la educación católica recibida, fue determinante para ser admitida en Santa Coba.
    Las palabras de bienvenida y deseos de que en la congregación de las Jacobas hallara la paz interior de la que carecía mi espíritu, acercándome a Dios, nos ocupó unos diez minutos. Agradecida por el recibimiento fui conducida a la celda asignada, donde sustituí mi ropa por un sencillo hábito marengo con velo del mismo color y en la que una de las hermanas me cortó con destreza la larga melena que recogía en una trenza.
    A la hora de la cena, las siete en punto, conocí a las cuarenta y cuatro hermanas restantes de la orden. Tres de ellas novicias que procesaban una fe acérrima en el Señor, mientras yo reforzaría la fe en mi misma.
    Los siete años que estuve en la abadía, primero en periodo de práctica y tras tomar los votos monásticos como monja, disfruté de una serenidad desconocida a la que contribuyó la principal actividad económica del convento, el cultivo de veinte variaciones de tulipanes que eran vendidas a floristerías en gran medida y a particulares que se acercaban a Santa Coba para adquirir ramos bendecidos por el padre Ludger, que todos los días a las nueve de la mañana daba misa en la capilla y era nuestro confesor.
    La cercanía a los jardines de Keukenhof, que cada primavera recibía a cientos de visitantes, nos traían en menor proporción, visitas con residencia en todo en país, que aumentaban las ventas de tulipanes.
    
    En tres ocasiones salí de la abadía para desplazarme a Amsterdam; la primera al cabo de dos años con motivo de la marcha eterna de Huub Van Heley, que poco meses antes había asistido complacido a la ceremonia eclesiástica en que consagraba mi vida a Dios y el sosiego de que su nieta hubiera sentado cabeza; la segunda para hacer lo propio con Godelieve de Vries, cinco años más tarde, que desde que su esposo la abandonara me visitó todas las temporadas acompañada por la enfermera que había contratado para que cuidase de ella y que le hacía sentirse menos sola. La marcha de ambos me produjo pena, pese a que me acercaba a la meta. Si los Van Heley me hubieran dispensado un trato cimentado en el cariño en detrimento de la indiferencia, hubiera estado con ellos hasta el final. La tercera vez que fui a Amsterdam, lo hice para no volver más a Santa Coba, al menos como religiosa. Entre las hermanas había encontrado afecto y apoyo para no flaquear en mi decisión de servir a Dios.
    Empecé de cero sin más pertenencia que lo puesto, guardado durante años en el bolso de mano con el que llegué a Lisse y mucha incertidumbre.
    Libre para tomar el control de mi vida.


NOTAS DE INTERÉS


Lisse:
ciudad y municipio de Holanda Meridional.

 Keukenhof: jardines con una gran variación de bulbos de tulipanes, más de cien, además de contar un amplio abanico de flores e híbridos que se pueden adquirir en primavera, cuando los jardines abren sus puertas. En neerlandés el nombre que da nombre a los jardines significa jardín de la cocina, y es considerado en más bello de Europa.

 

 

 

domingo, 10 de abril de 2022

54. Vahído

 


    Preferí caminar un rato antes de encerrarme en la habitación del hostal. Le pedí a Leonardo que me dejara en un parque de Barajas y nos despedimos hasta la tarde siguiente. 
    La primera toma de contacto con Osorio de hora y media había sido esclarecedora con respecto a la identidad de la persona que quería que supiera la verdad sobre mis orígenes.
    La vez que Federico le dijo a Cintia "lo sé todo, querida" tenía información privilegiada que estaba dispuesto a compartir y eso fue lo que hizo en nuestro encuentro.
    
    Paseé por el camino de arena por el que otras personas con las que me cruzaba o adelantaban en mi deambular usaban para correr. Un balón de fútbol, procedente de la pista cimentada en la que unos niños jugaban, llegó a mis pies. Se la devolví con un puntapié en un auto reflejo imbuida en mis pensamientos.
    -Eres idéntica a ella -me observó embelesado, como quien descubre por primera vez la belleza de algo que le llama poderosamente la atención y queda abstraído en ella -Cogió una galleta de mantequilla que nos habían servido en la mesita auxiliar encima de una bandeja de plata y le dio un pequeño mordisco –Tenía mis reservas acerca de si te entregarían mi misiva. Entiendo que has necesitado todo este tiempo para asimilar que tus abuelos te ocultaron que tenías una familia y este es el momento de conocer la verdad… ¿Estás preparada para escuchar tu propia historia?
    La misiva tenía noventa y ocho capítulos y más de trescientas páginas. Un mes no me parecía demasiado tiempo para descifrar que escondían las memorias de Cintia.
    -No, pero necesito hacerlo para comprender algunas cosas.
    -Espero poder ayudarte…Hace años descubrí tu existencia y las razones por las que tu familia la desconocía -respiré sosegada, con ganas de llorar que contuve. De las primeras palabras de Osorio se desprendía que mis padres no me habían abandonado-. He valorado en qué modo os podía afectar lo que sé y confieso que en más de una ocasión he estado a punto contárselo a Cintia, tu hermana, pero me parecía justo que tú fueras la primera en ser conocedora de la gran mentira en la que has vivido. Eres la principal víctima de tus abuelos.
    Se terminó la galleta. Hablaba pausado, con una dicción clara y seleccionando cuidadosamente las palabras. Deparó en el manuscrito que sujetaba con ambas manos sobre mis rodillas. Entrecerró los ojos para leer la portada. 
    -¿Me dejas verlo?   
    Desconcertada estiré el brazo para darle el manuscrito que cogió con manos temblorosas.
    -¿Cómo es posible que las tengas? –preguntó obnubilado. La edad afectaba a su memoria. Unos minutos antes había reconocido haberme hecho llegar una misiva.
    -La editorial en la que trabajo me encargó que las tradujera… ¿No es la misiva que pidió que me entregaran?
    -No. Te escribí una nota con mis datos para que contactaras conmigo… Le pedí a la señora que cuidaba de tu abuela que te la entregara. Pensaba que era la razón por la que estabas aquí.
    -Todo esto es muy confuso –saqué un botellín de agua de bolso y bebí un buen sorbo. Desde que la ansiedad me desestabilizaba, era el remedio más eficaz para paliar sus efectos.
    -Solo tres personas conocíamos la existencia de estas memorias… -Se quedó pensativo- Cintia, yo y… Andrés.
    Llamó al mayordomo con un grito.
    
    Abandoné el parque acortando la distancia con la casa de Cándida. Al girar una esquina cabizbaja choqué con el cuerpo de un hombre que caminaba más rápido que yo cayendo el manuscrito al suelo. Me agaché a recogerlo al tiempo que el hombre hizo lo mismo disculpándose. Su voz era conocida pero estaba aturdida por todo lo que estaba pasando esa tarde. Al recuperar el manuscrito, las fotos que contenían y que Godelieve de Vries me legó, salieron despedidas en un corto vuelo que las esparció por la acera. El hombre las cogió y las echó un vistazo. Alcé la vista irritada. Daniel me miró contrariado antes de echarle un segundo vistazo a las instantáneas en las que Cintia se casaba dos veces con diez años de diferencia y de niña posando con nuestros padres. 
    Se las arrebaté molesta y la introduje entre las páginas de las memorias, levantándome con un movimiento brusco que hizo que me tambaleara levemente, mareada.
    -Un vida intensa -el tono acosador era el preludio que la relación entre ambos empeoraría mucho- ¿Quién eres, Sancha? 
    La pregunta me tomó por sorpresa... ¿Quién era? Para él, la mujer que había sido monja y que era traductora en Holanda de donde procedía, recién aterrizada en el hostal que regentaba su madre por motivos que desconocía.
    -Estoy ocupada.
    Se mantuvo firme delante de mí, como un muro inquebrantable.
    -Encuentra un hueco para que hablemos. Me interesa mucho lo que puedas contarme de ti. Tengo tiempo para escucharte.    
    -Aparta, por favor.
    Las piernas me temblaban. No me encontraba bien. Intenté en balde hacerle a un lado pero me cogió de ambos brazos para detenerme. Hice ademán de zafarme. Otro mareo me sobrevino y un sudor frío acompañaron unas repentinas ganas de vomitar. Me desplomé en sus brazos.
Después de eso, no recuerdo nada.