domingo, 6 de marzo de 2022

49. El último verano



    Descubrí a un hombre jovial y detallista, más allá de lo que se permitía ser en el desarrollo de su profesión, en que imperaba la reserva y una actitud distante, sin perder la cordialidad para no estrechar lazos con los pacientes. Con el tiempo supe que era cariñoso y mucho después, cruel.
    Subimos al piso en ascensor. Me entró calor en un espacio tan reducido.
    Entramos a la vivienda donde esperaba encontrar a mis compañeras para sentirme menos incómoda, pero según iba avanzando por el pasillo, con Jenkin a mi espalda, me di cuenta de que estábamos solos. El calor se acentuó.
    -Solo puedo ofrecerle zumo de melocotón.
    -Cuando tengas mi edad preferirás que te tuteen. Los formalismos nos hacen mayores siendo jóvenes.
    Nos tomamos el zumo sentados frente a la terraza. Él ocupaba uno de los sofás de dos plazas dispuestos en perpendicular. Yo ocupé el otro.     Me contó cosas de su vida relacionas con la decisión de estudiar medicina. Le escuché embelesada, sin creerme que estuviera en casa hablando conmigo como si lo hubiéramos hecho otras veces.
    -¿Qué vas a hacer ahora?
    Antes de terminar la carrera había enviado currilums a varias editoriales y periódicos. Solo un par de ellas se habían interesado en conocerme personalmente a través de una entrevista y me habían dado respuesta.
    -Iba a mudarme a Haarlem, donde me han ofrecido un contrato de prácticas en una editorial, pero no se sí finalmente podré incorporarme a la plantilla.
    La voz se me quebró al final de la frase. Agaché la cabeza apesadumbrada. Los Van Heley se ocupaban de diseñar mi vida a su antojo.
    -¿El disgusto de esta tarde es por el posible cambio de planes?
    Me atreví a sostenerle la mirada... Le amaba.
    -Diferencias generacionales.
    -Entiendo -se terminó el zumo de melocotón y dejó el vaso sobre la mesa de centro de madera-. Me consta que la relación con tus abuelo es distante -el interés de mi mirada se renovó-. Hay detalles... gestos que no pasan desapercibidos. Ni Antje ni yo éramos ajenos a la melancolía que arrastrabas, sobre todo a la vuelta de las vacaciones de verano -se detuvo pensativo, rescatando un recuerdo de la memoria-, exceptuando un año en que llegaste feliz... pletórica.
    -El último curso.
    Asintió con la cabeza.
    El peor de todos los que había cursado en el St. Liselot. Revivir la mañana de un lunes en que el doctor Brouwer me consoló cuando me eché a llorar en su consulta porque me creyó cuando negué que hubiera tenido encuentros íntimos con un chico dentro del centro, me avergonzó. Los Brouwer, tomando conciencia del desapego entre abuelos y nieta, intentaron compensar las carencias afectivas que tenía con dedicación y cariño. Me cuidaron en la medida de lo que les era posible, dada su posición respecto de mí, para que la esquivez de mis tutores no me ocasionara un trauma. Les daba pena. Jenkin se dio cuenta de que ciertos momentos del pasado me escocían y cambió de tema.

    Veinte minutos más tarde le despedía en la puerta.
    -¿Mejor ahora?
    -Sí.
    Nos miramos unos segundos mudos, deseando hacer lo que nos estaba vetado... Pero pasó. Me besó y yo no supe reaccionar. Me quedé parada. No sabía que tenía que hacer. Estaba contra la pared del vestíbulo con sus labios amasando los míos y el corazón palpitando más allá de lo razonable. Le correspondí, aunque me pareciera una osadía, pero un momento como ese no volvería a repetirse más. Aquello era una situación puntual. Ambos queríamos que ocurriese, lo sé, me lo demostró con la ternura con la que me puso las manos sobre las mejillas, logrando que me estremeciera. Apoyó su frente contra la mía. Suspiró henchido de impotencia que es lo que sigue a los besos anhelados y prohibidos. El nuestro era solo para esa vez. No tendría réplica, o eso pensábamos, porque no estaba bien. No era justo para Antje.
    -Me ha aguantado las ganas desde...
    -El último verano -le interrumpí.
    -¿Lo sabías?
    -Ahora sé que sí.
    Nos despedimos con un beso casto y un abrazo largo.
    Esa es la despedida que me hubiera gustado para el final de nuestra historia, pero le tiré por el balcón... fue sin querer. Nuestro recorrido terminó en una papilla sobre la acera.


NOTAS DE INTERÉS

Harlem: ciudad ubicada en el extraradio de Ámsterdam, en el nordeste de Holanda. En su origen fue un puerto de comercio del Mar del Norte rodeado por una muralla defensiva. Hoy en día, aún conserva el estilo medieval


1 comentario:

  1. Por fín sabremos la verdad todos.
    Impaciente por descubrir más.

    Un beso.

    ResponderEliminar