En dos ocasiones anteriores había
sentido lo mismo, la primera cuando asistí a la conferencia en la que Jenkin
intervenía como ponente; la segunda en la habitación del hospital tras el
atropello; la tercera en ese momento, y habría una cuarta vez, que llegaría
años más tarde.
La discusión con los Van Heley me había
alterado del tal modo que salí de forma precipitada de su casa sin ser
consciente del entorno que me rodeaba ni del suelo que pisaba.
En la salita de estar, con la decepción
cubriendo sus desgastadas facciones, los Van Heley exigieron que me disculpara
con Niek por el desplante de la noche anterior, y me informaron de pretensiones de que me casara con él sin tener en cuenta mis sentimientos.
-Nos ha dejado en evidencia delante de
Niek con tu conducta desproporcionada y fuera de lugar -la retahíla de
reproches y recriminaciones siempre eran iniciadas por Godelieve, a quien Huub
concedía la palabra sin intervenir hasta considerarlo oportuno-. Confiamos en
que dándote la libertad que te atribuiste sin consultarnos, discernirías lo que
es apropiado de lo que debías desechar de tu vida, pero la flexibilidad ha
contribuido a nutrir tu rebeldía y no toleraremos que eches a perder tu futuro
por la inmadurez que muestras al tomar las decisiones transcedentales
-necesitó beber agua del vaso que sostenía la mesita de al lado de la butaca
que ocupaba-. Deberías sentirte afortunada de que un hombre de la posición y
brillantez de Niek Van der Berg esté interesado en ti. Su nobleza y generosidad
son ilimitadas. Te defendió argumentando que habías reaccionado de esa manea
porque te puso nerviosa lo inesperado de la pedida, restándole hierro al asunto
-se recompuso en el asiento-. Te disculparás y aceptarás la propuesta de
matrimonio en la cena que vamos a ofrecer a su
familia la próxima semana.
-Nunca -la rabia me
corroía pero debía mantenerme templada para lidiar con bestias-. Olvidáis con
facilidad o no queréis recordar lo que afecta negativamente a vuestros
intereses -los miré alternativamente hallando impiedad en ambos-. Niek intentó
sobrepasarse conmigo en esta casa -señalé hacia la ventana que daba a la parte
de atrás-, ahí fuera, en el jardín -tragué saliva-. Y su hermana me atropelló
poniendo en riesgo mi vida.
-Accidentalmente -primera intervención
de Huub-. No hubo propósito de causarte ningún daño.
Sus palabras me escocieron como la sal
sobre una herida abierta.
-Nada de lo que hace Heleentje es
fortuito -rememoré retazos dolientes y amargos del pasado-. Me odia desde que
estudiábamos en el St. Liselot. Inventó una falacia para que
me expulsaran del colegio y lo hubiera conseguido si el informe médico no
hubiera desvelado la verdad. Disteis más crédito al testimonio falso de una
extraña que al de vuestra nieta.
-Ese informe confirmó que el contacto
físico no fue a mayores, en ningún caso que los encuentros no se produjeran. No
te eximía de culpa. Incumpliste las normas del colegio y la dirección tuvo la
deferencia de pasar el incidente por alto... -carraspeó- gesto que agradecimos
con un sustancioso donativo.
Una profunda tristeza me invadió. Enfrentarse
a los Van Heley era golpearse una y otra vez contra un muro. Suspiré resignada.
Agotada.
-Me marcho de Ámsterdam.
-Te casarás con Niek -la firmeza de
Godelieve me aterró-. Si no quieres que las malas decisiones afecten a los
demás, harás lo que debes.
Lanzar la piedra y esconder la
mano era propio de la madre de mi padre.
-¿Qué quieres
decir?
-Hemos sido extremadamente permisivos
con tus amistades aún sabiendo que no eran las convenientes
-la situación apestaba-. La inclinación del profesor de Almere podría ser mal
interpretada por sus alumnos y crearle serios problemas. Perdería el trabajo y
encontrar otro con un historial manchado por la sombra de la duda sería
complicado. Su apacible vida se convertiría en un infierno solo porque TU no
tomaste la decisión acertada.
La insinuación de Huub era aberrante.
Los Van Heley eran repugnantes.
-Me avergüenza que tengamos la misma
sangre.
-Modera tu lenguaje. Nos debes respecto.
Godelieve bebió más agua del vaso, Huub
movió las aletas de la nariz acompasadas.
-Piensa bien lo que harás. De ti depende
que personas a las que aprecias padezcan tus desaciertos.
Salí de la casa caminando deprisa para alejarme lo antes posible de
ellos. El grado de manipulación de los Van Heley era aterrador. Había crecido
con unos monstruos desalmados.
Me detuve sin aliento cuando me cogió
del brazo por la espalda. Me giré destrozada y hallé sus ojos claros cargados
de desconcierto.
Jenkin.
Cuando el rio suena... es que agua lleva y no me refiero unicamente a Cándida y Leonardo.+
ResponderEliminarAhí queda eso.
Un beso.