domingo, 2 de enero de 2022

41. La propuesta


        
    El amor no tiene género.
    Nos enamoramos, cuando lo hacemos de verdad y no nos engañamos con ilusiones pasajeras que nos conducen a tomar decisiones precipitadas y a comportarnos con la inmadurez propia de la adolescencia marcando territorio con un exceso de afecto  impostado aunque vistamos sesenta años, de personas sin reparar en si son hombres o mujeres, y quienes afirman categóricamente con prepotencia al borde de la ofensa ante la duda sobre su tendencia, que nunca cansarían con su mismo sexo, subestiman su capacidad de amar.
    La relación de Siem y Yani ha hecho que entienda que se puede amar con carencia de prejuicios adquiridos en un entorno limitado de miras y a no temer querer sin más.
    Sin más me enamoré de Jenkin; sin más fui su amante y sin más me presté a ser cómplice de sus mentiras conformándome con las migajas sobrantes que yo convertía en hogaza de pan. Al cabo de los años me doy cuenta del tiempo que he perdido y que después de la primera noche en la que me abandoné al amor en la habitación de una casa rural de Leeuwarden donde pasamos un fin de semana, no debieron llegar más. La soledad no es una enemiga, es una aliada... sin más.
    En los meses de convalecencia tras la operación de tibia y peroné, a veces delante de una taza de café, otras después de una comida o cena, la paternidad empezó a copar parte de las conversaciones que mantenía con Siem y Diantha, que se turnaban para cuidarme y pasaban gran parte del tiempo que tenían libre en facilitarme la recuperación con su presencia. Los Van Heley insistieron en que me quedara en una de las habitaciones de la planta baja de su casa, a lo que me negué, intuyendo que el ofrecimiento venía motivado por propiciar un acercamiento con Niek, que aprovecharía la lesión que me había causado su hermana para cortejarme.

            Siem y Yani querían ser padres y se habían planteado la gestión subrogada cuando decidieran si establecerían su domicilio en Londres o Almere. También habían barajado qué países, entre los pocos en que está permitida y regularizada esta técnica de reproducción asistida sería el adecuado para su objetivo. Era un proyecto a medio plazo que les ilusionaba y que me ilusionaba cuando surgía en la conversación.

    A los veintiún años mis intereses eran otros: licenciarme, encontrar trabajo e independizarme definitivamente de los Van Heley. Posiblemente si hubiera conocido a la persona que desplazara a Jenkin del lugar donde estaba anclado, me habría apetecido ser madre, pero no imperaba un deseo fehaciente de que así fuera. Ni siquiera cuando estaba con Jenkin destiné un pensamiento a la maternidad. Era secundario. A veces hasta que no se dan la cosas, no nos damos cuenta de lo importante que son en realidad para nosotros. 
    Oyendo hacer planes a mis amigos sobre el futuro que querían compartir juntos y sobre lo mucho que les gustaría ser padres, sentí el deseo de gestar a su hijo. Cuando lo mencioné durante una comida en casa que habían preparado entre los tres, me miraron como si fuera otra persona la que tomaba la palabra por mí. Cierto que había que salvar escollos legales que se prolongarían en el tiempo, pero quería albergar en mi interior el mayor deseo de mis amigos.
    -¿Has pensado lo que has dicho? -arguyó Diantha con un arenque a medio camino entre los dedos y la boca.
    -No lo digo a la ligera -setencié-. Vuestras caras os delatan... Pensáis, que cómo en el embarazo se crea un poderoso vínculo entre madre e hijo, o eso tenéis entendido y me suponéis una sensibilidad exacerbada, no podría renunciar al cariño del bebé cuando naciera o que sufriría callando que además de ser su hogar durante treinta y nueve semanas había participado activamente en su concepción con la donación de un óvulo; que nuestra amistad se resentiría e incluso podría romperse por diferencia en la educación del aún nonato en la que acabaría interviniendo guiada por un instinto maternal incontrolable, y que la propuesta es consecuencia de la locura, por mi bien esperáis que transitoria... pero si no lo probamos, nunca sabremos qué pasaría y estaríais perdiendo una gestante que pondría la misma ilusión que vosotros en el proyecto más importante de vuestras vidas sin más interés que el de contribuir en haceros feliz.
    No se inmutaron. Continuaron comiendo como si nada.    
    -¿Por qué no se me habrá ocurrido a mí? -al cabo de un rato Diantha se pronunció
    Siem y Yani consensuaron con la mirada.
    -Por mi perfecto.
    -Sin problema.
    La asombrada fui yo.
    Iba a ser madre... algún día.

 

 

2 comentarios:

  1. No se me ocurre mejor forma de resumir tus cosas.
    Creo que has hecho otro incondicional de por vida.

    Un beso.

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