sábado, 16 de octubre de 2021

30. La visita



    Los Van Heley llamaron al timbre del piso compartido a las nueve de la mañana de un sábado de diciembre. Poco más de un mes antes, Godelieve de Vries, ataviada con la bata de algodón ocre que le cubría los tobillos se atragantaba con las palabras que no profirió cuando cerré la puerta de su casa al encuentro de la ansiada libertad.
    La dicha se tornó desdicha al interrumpir mi desayuno en la cocina tan inoportunas presencias. Por suerte mis compañeras de piso dormirían hasta tarde y no se espantarían con las desagradables caras de seta que los Van Heley lucían a cualquier hora del día. La noche anterior, como cada viernes habían salido y llegado al amanecer a casa, lo que me tranquilizaba para lidiar con la inesperada e indeseada visita matutina.
    Teniendo en cuenta que Huub era un hombre de contactos y su esposa con influencias que le había reportado su cargo de directora y propietaria de la fábrica de telas De Vries, no me sorprendió en exceso que pasearan sus setenta y nueve y setenta y cinco años, respectivamente, por el pasillo en forma de ele que desembocaba en la sala de estar con mohín altanero. No dudada que en el mismo amanecer de mi fuga, el notario jubilado y la heredera acaudalada movieran sus tentáculos para dar con mi paralelo. Lo esperaba. Tarde o temprano se iban a pronunciar sobre mi displicencia. El momento había llegado. Estaba preparada para el aluvión de reproches que caerían como cuchillos de punta.
    -¿Es de tu agrado - Godelieve reparó en la tostada mordisqueada del plato de encima de la barra con taburetes que separaba la cocina del salón - vivir en la inmundicia?
    Aguardar que sus palabras no fueran hirientes era invertir inadecuadamente el tiempo. Si la señora Van Heley quería ofenderme, excedía el mal tino.
    -Es la razón por la que decidí mudarme.
    -La insolencia no es propia de la educación y formación que has recibido y te aleja de la ejemplaridad deseada. La tendencia natural de tus genes díscolos rompe las expectativas puestas en ti -Godelieve podía presumir de buena dicción incluso hablando entre dientes.
    Huub rozó ligeramente la cadera de su esposa con el bastón en el que se apoyaba para caminar distribuyendo el peso de su cuerpo en tres apéndices. La amonestación valió para aumentar mi interés por la referencia familiar implícita en el alegato.
    -El control que ejercéis sobre los genes menos disciplinados debería animaros a considerar que es posible reconducir mi tendencia natural heredada.
    De Vries apretó los labios con tanta fuerza que los hizo desaparecer de su rostro en una línea recta.
    -No te creas independiente por haber cumplido la mayoría de edad... -Huub tomó el relevo a la heredera. Les había ofrecido que se sentaran a su llegada con un gesto de cabeza carente de entusiasmo pero consideraron que sus posaderas no eran dignas de un sofá para estudiantes y permanecieron de pie- ni nos creas prescindibles. Tus actos atienden a una inmadurez que no esperábamos en ti dados los medios que hemos puesto a tu alcance para que no te comportaras como una joven caprichosa -cambió el peso de su cuerpo de una a otra pierna-. No nos opondremos a que sigas viviendo aquí si los fines de semana vuelves a casa. La alternativa a una negativa no te gustaría. 
    Huub Van Heley tenía poder de sobras para despojarme de todos los logros obtenidos con esfuerzo. Frené la primera reacción, encolerizarme, visualizando rápidamente mis objetivos, licenciarme y marcharme de Ámsterdam. Su aparente flexibilidad escondía oscuras intenciones que desvelaría si cedía ante su juego.
    Firmamos la tregua.

 

 

2 comentarios:

  1. ¡Qué conmoción! Ten cuidado con lo que deseas,podría cumplirse, según Confuncio o Oscar Wilde. Querías una familia, la tuya es de novela.

    Un beso.

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