-Han dejado esto para ti.
Me entregó la hoja de una agenda doblada por la mitad. La inquietud aumentó. Desde que salí de Amsterdam vivía de sobresalto en sobresalto. En Madrid no había hallado la tranquilidad que necesitaba para digerir lo sucedido apenas cuatro días atrás. Tampoco sabía cuánto tiempo transcurriría antes de que la politie descubriera mi paradero.
-¿Quién?
-Una mujer joven con el pelo moreno. Entró poco después de que te marcharas. De milagro no os cruzáis.
Desdoblé el papel manuscrito y firmado:
"Te espero mañana a las diez en "El Temple".
Patricia Ruíz de Azua.
Una punzada aguda me agujereó el estómago vacío y las piernas se tornaron endebles. De no haber estado apoyada en el mostrador habría perdido el equilibrio. Apenas podían sostener mi peso. Las emociones me consumían la energía.
-Te has quedado blanca, niña -Trini fue a buscar un vaso de agua del dispensador que tenía detrás-. Bebe poco a poco... ¿malas noticias?
No supe que contestar. Mi cabeza era una olla exprés donde los pensamientos bullían incesantes. Ignoraba quien era Patricia pero ella parecía conocerme o creía que me conocía.
-¿La mujer que le ha dejado la nota ha mencionado mi nombre?
-Se ha referido a ti por tu apellido... Ven, vamos a sentarnos un momento, criatura. Estás muy delgada, normal que te den bajadas de tensión.
Me acompañó sujetándome del brazo a los sillones azules del vestíbulo rectangular.
-Anda acábate el agua. Te llevaré a tu habitación y luego te subiré comida. Seguro que Cándida ha preparado algo... No habrás probado bocado en toda la mañana... si es que los jóvenes hoy en día con cualquier cosas pensáis que estáis apañados y hay que comer bien... Bebe, bebe... Ya tienes otro color... ¿Estás mejor?
-Sí, gracias Trini -puse mi mano sobre la suya para tranquilizarla y sonreí sin ganas-. Puedo subir a la habitación sola. Ha sido un pequeño vahído.
Me levanté fingiendo estabilidad motriz aunque la debilidad seguía rigiendo mi cuerpo, que pesaba toneladas.
-Si te encuentras mal, avísame.
Asentí con la cabeza.
En la habitación saqué las fotos del sobre que guardaba en el primer cajón del escritorio y las miré una por una. Desconocía absolutamente todo de las personas que aparecían en ellas. No sabía si vivían en Holanda, ni qué relación tenían conmigo, a excepción de la chica rubia idéntica a mí. El parecido físico evidenciaba que compartimos placenta en el vientre materno treinta y ocho años atrás. Debieron separarnos después del accidente de nuestros padres. Deduje que ella quedó bajo la tutela de la hermana de nuestra madre, que por el parecido con la niña, debía ser la mujer de la foto y los Van Heley se hicieron cargo de mí. ¿Como se habría decidid el reparto? ¿Echaron a suertes nuestros destinos? ¿Por qué no crecimos como hermanas? ¿Aún viviendo en casas distintas, porqué no permitieron que nos relacionáramos como las hermanas que éramos? Demasiadas preguntas sin respuestas.
La única certeza es que tenía una hermana gemela. Lo demás era un misterio que necesitaba resolver para completar la historia de mí vida. La realidad era que no conocía cuál era esa historia.
Patricia me había citado confundiéndome con mi hermana, que o bien vivía en Madrid o había vivido alguna vez en la capital española, o tal vez se conocían de Holanda. Patricia Ruíz de Azua era la punta de hebra de la empezar a tirar para desenredar la madeja que Godelieve de Vries me había legado.