domingo, 9 de mayo de 2021

20.- La cafetería



     -Señoritas Bakker y Van Heley, ¿se marchan sin saludarme?
    Una voz cargada de autoridad impostada nos detuvo a mitad de camino entre nuestras localidades y la salida de la sala magna de la facultad de medicina, donde había tenido lugar la conferencia.

    La semana anterior Diantha había dejado caer encima de la mesa de la cafetería que ocupaba tomándome un café caliente con una rebanada de pan untada de mantequilla y queso, donde la esperaba, el folleto de una conferencia de entrada libre, sobre medicina tropical. No entendí el desmedido entusiasmo de su llegada en una de las mañanas más frías de diciembre que estábamos teniendo ni porque no podía parar de sonreír todo el rato, como si la concavidad de su boca se hubiera congelado en una instantánea. 
   -Las infecciones tropicales no es un tema lo bastante motivador para que le dedica mi tarde libre de la semana.   
        Tomó asiente frente a mi con la sonrisa tatuada en la boca. Estudiaba ciencias farmacéuticas y los viernes era la única mañana que las dos empezábamos las clases a las nueve. Quedábamos una hora antes para desayunar juntas mientras nos poníamos al día de las vicisitudes de nuestra existencia, que por mi parte eran pocas o ninguna. Estudiaba y trabajaba, fines de semana incluidos, exceptuando la tarde de los jueves, que me permitía dedicarme unas horas de asueto.
    -Léelo bien.
  Insistió mientras le pedía al camarero un tazón de leche con roggerbrood cubierto de hagelslag. Fingí que lo leía. Nada llamaba mi atención. Deslicé el folleto en su dirección.
    -Aquí - me lo volvió a acercar tensando la sonrisa. Señaló lo que quería que viera-. Debajo de ponentes. Lee los nombres.
    Obedecí mostrando el mismo escaso interés de antes. Uno de los tres nombres de los ponentes me espabiló más que el café que tomaba. Miré a Diantha con el corazón galopante. Jenkin Brouwer aparecía otra vez en mi vida, cuando ya casi no pensaba en él. 
    -Tenemos que ir. Próximo jueves a las cuatro. No nos llevará mucho tiempo.
    -NO -pretendí mostrar firmeza pese al temblor en la voz. 
    -¿No tienes curiosidad por saber como está? 
    -NINGUNA -la corté tajante-. Después de aquello...
    -Te calumniaron.
    -La duda permaneció suspendida en el aire.
    -Él te creyó -Puso su mano sobre la mía-. Sé lo mal que lo pasaste, estaba contigo. Ir a la conferencia te servirá para afrontar ese episodio del pasado que te martiriza. No puedes estar avergonzada por algo que no hiciste, ni siquiera deberías estarlo si lo hubieras hecho. No es un delito, es instinto. Además en el St. Liselot también pasaron cosas buenas... la mejor de todas la tienes delante.
    Sonreí sin ganas. La expresión de su tez se dulcificó.
    Negué con la cabeza indecisa.
    -No nos verá, si es lo que te preocupa. Nos sentaremos en las últimas filas. Ningún ponente mira tan lejos que su exposición, salvo que sea un águila imperial. Acompáñame... Por favor.
    Cedí. Se lo debía por todos los veranos que pasábamos en Almere y por que sin su insistencia no me hubiera desinhibido nunca.

  
NOTAS DE INTERÉS
 
Roggerbrood: pan de centeno.

Hagelslag: virutas de chocolate puro, con leche, o blanco usado como decoración sobre una rebanada de pan untada de mantequilla o margarina. Merienda típica  en Holanda y en ocasiones desayuno.

 

2 comentarios:

  1. Esas maripositas en el estómago las conozco muy bien... son un querer y no querer pero queriendo.

    Un beso.

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