domingo, 14 de marzo de 2021

12.- Los Van der Berg


        Por las venas de los hermanos Van der Berg corre sangre turbia. La maldad es factor genético en la estructura de sus ADN de carga elevada.
    A Heleentje y a mi nos desterraron en el St. Liselot Katholieke College por motivos distintos. A ella para corregir una rebeldía insostenible para unos padres cuyos argumentos para excusar las diabluras de su hija en su círculo social se agotaron y con ellos la paciencia. Heleentje no era rebelde como la consideraban en su familia, atesoraba una protervia patológica tan extrema que sentía verdadero placer haciendo daño y se extasiaba infligiendo asiduamente. A mi me desterraron para olvidarme. Por los comentarios que mis compañeras hacían sobre sus abuelos en la comidas o en los momentos que teníamos de recreo, asumí que los míos eran inusualmente férreos. Estaba segura de que hubieran deseado que yo también fuera en el coche en que mis padres perecieron para no verse en la obligación de cuidarme o pagar para que otros lo hicieran. El temor a rendir cuentas ante el Altísimo por la falta de conmiseración hacia su nieta huérfana la condonaron eligiendo uno de los colegios más prestigiosos de Ámsterdan, al que asistían las hijas de familias con sobrada solvencia. Los Van Heley eran una de ellas. La venta de la fábrica de tejidos Vries supuso el enriquecimiento del matrimonio.

            Heleentje se erigió mi enemiga.
        Le era antipática a cuenta de Jenkin, del que todas las alumnas estábamos enamoradas secretamente e incluso en alguna de las hermanas detecté rubor en las mejillas en su presencia los martes y jueves, los días que pasaba consulta en el internado. Consagrarse a Dios ni ciega ni despoja del buen gusto y Jenkin a los veintinueve años, además del único hombre con el que teníamos contacto durante la semana, era escultural. El príncipe azul de nuestros sueños.

          El precursor de nuestros pecados sustituyó al doctor Vermeer cuando éste se jubiló. Algunas compañeras fingían malestar para que el joven doctor Brouwer las auscultarse, entre ellas, Heleentje, que no perdía ocasión de pasarse por la enfermería sin previo aviso y sin importarle que sus insinuaciones y flirteos molestaran a Antje, que además de ser nuestra enfermera tenía relación sentimental con el doctor. Para Antje esas actitudes ligeras no pasaban de ser chiquilladas a las que no daba importancia. Ella también había tenido amores platónicos en su infancia y adolescencia y todos ellos habían terminado en el olvido.

        Niek, el mayor de los dos hermanos, nietos e hijos de banqueros por tradición familiar, era el candidato elegido por Godelieve y Huub para que contrajera matrimonio con un buen partido. La versión diplomática y sibilina de su hermana enmascaraba la ambición tras la imagen de joven ejemplar que creó para fingir lo que no era. Su educación y amabilidad eran poses de las que se servía para ocultar al depredador. Su mirada era tan impávida como la de Heleentje y cuando tenían un objetivo o lo conseguían, entrecerraban los ojos cegados por la luz de la vileza.
    Casi me arruinan la vida.

 


2 comentarios:

  1. Un par de insensibles.
    Niek me produce cierta atracción, lo reconozco.
    Si lo conociera le daría a tomar de su propia medicina.
    Todos los malvados tienen su punto débil. Él tambien.

    Besos.

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  2. Para ponerte a su altura tendrías que ser tan malvada como él y tu tienes escrúpulos.

    Algún día, alguien le pondrá en su lugar.

    Un beso.
    Sancha.

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