Se giró en nuestra dirección al oír pronunciar su nombre a Diantha y unos ojos verde cristalino en una tez aniñada que
le confieren un aire bondadoso complementaron una afable sonrisa.
Nos miramos unos segundos. Él con aplomo, yo expectante e inquieta. Me asustaba enfrentarme al mundo del que los Van Heley me habían apartado. Conocer a otras personas me colmaban de inseguridades y el temor a no ser aceptada o no gustar a los demás me atormentaba.
Las instalaciones de la Asociación Católica Cristiana St. Johannes tenían una superficie de unos doscientos metros. El local era propiedad de un matrimonio de jubilados que lo cedió, desinteresadamente, para el desarrollo de actividades benéficas, en la zona Almere Haven, la parte más antigua del municipio, muy cerca del parque Almeerderhout que atravesábamos para acortar la distancia entre las casa de los Bakker y el recinto.
Diantha me contó de camino a la asociación la mañana que tomé contacto con ella, que los voluntarios eran el enlace entre los particulares que donaban alimentos y ropa y los usuarios, personas con dificultad económicas en situaciones precarias. La idea de abandonar el encierro en que vivía me entusiasmó cuando mi amiga me lo propuso a consecuencia de una de las muchas conversaciones que teníamos en el dormitorio que teníamos.
-Lo que necesitas es respirar... -sentenció sentadas sobre mi cama en nuestro dormitorio del St. Liselot College. Pasaba los fines de semana en el internado. Los Van Heley no soportaban mi presencia a pesar de que no me dejaran salir de la habitación de su casa y solo nos viéramos a la hora de las comidas. Mi amiga, con su familia. A su regreso me contaba lo que había hecho y yo la escuchaba sin imaginar un mundo fuera de aquellas paredes o de los muros de la residencia de los Van Heley-. Este verano te vienes conmigo a Almere.
-Hay un par de escollos...
Desconozco si Godelieve y Huub habían sido tan estrictos en la educación de mi padre como lo eran conmigo o el hecho de haber nacido mujer era un añadido a su rectitud, pero me ilusionaba pensando que no iban a poder mantenerme encerrada siempre. Algún día sería mayor de edad y tomaría mis propias decisiones. Soñaba despierta con ese momento. Qué ingenua era subestimando su supremacía.
-Déjalo en mis manos. Te aseguro que pasarás el verano de tu vida.
De haber tenido elección, hubiera preferido quedarme en el internado cuando llegaban las vacaciones. En el colegio podía salir a pasear por el jardín y deambular por las estancias abiertas al alumnado. Las normas eran menos estrictas que las de los Van Heley, que cerraban con llave la puerta de mi dormitorio para que no merodeara por la casa y si salía del él era bajo supervisión. Asomada a la ventana en las interminables horas de enclaustramiento que se ralentizaban hasta la eternidad, alguna vez pensé en lo fácil que sería terminar con las restricciones de cuajo. Tan fácil como caer accidentalmente desde el primer piso al porche de la parte trasera del jardín. Lo que me frenó fue que el golpe no fuera certero y tuviera que depender aún más de los Van Heley. Soñar con la mayoría de edad me mantuvo viva.
-Bienvenida Sancha.
La sonrisa que Siem esbozó fue esperanzadora. La vida podía ser distinta, al menos durante el verano y tuve la certeza de que mi orden de prioridades e intereses iba a cambiar. En Almere descubriría quién era sin limitaciones impuestas por mis tutores. Me iban a encontrar con una desconocida a quien desde mucho tiempo atrás deseaba conocer.
NOTAS DE INTERÉS
Almere Haven: el distrito más antiguo de Almere.
Almeerderhuut: parque grande situado en Almere Haven.
Ese verano empezó tu vida.
ResponderEliminarBesos.
Descubrí la vida.
ResponderEliminarUn beso.
Sancha.