domingo, 20 de agosto de 2023

85. El suceso

 

    No correspondí a un abrazo que me incomodaba tanto como su presencia. Paradójicamente me tranquilizaba que Daniel estuviera en el jardín. El instigador de mis inquietudes pretéritas, en ese momento percibía que me protegería.
    Me deshice de sus brazos cuando tuve capacidad de reacción  y le invité a entrar al salón. Destiné una mirada desconcertada a quien le atribuí el papel de ángel de la guarda, que la recibió con aplomo, transmitiéndome lo contrario a lo que yo estaba sintiendo: nerviosismo. No tenía idea de que podía esperar de aquella visita imprevista, ni entendía cómo Jenkin se había atrevido a acerarse a mi casa... Él que cuidaba las apariencias en extremo y evitaba mi entorno para que no nos relacionasen.
    No esperó a sentarse para empezar a interrogarme herido en el pundonor.
    -¿Dónde has estado estos meses? Te he llamado cientos de veces, ¿es qué no has visto los mensajes que te he dejado? Estaba preocupado -se pasó las manos por el pelo echándoselo hacía atrás-. Estuve preguntando en el barrio si te habían visto recientemente pero solo obtuve negativas, incluso le di mi teléfono a una vecina para que me llamara si volvías o notaba movimientos en la casa... Después de todo lo que he pasado, no esperaba un recibimiento tan frío.
    Su voz dramática denotaba inquietud con un trasfondo de enojo. Advertí que había adelgazado por las marcadas ojeras que ribeteaban los párpados inferiores. Tardaría poco en saber si tenía delante al doctor Jekyll o era el señor Hyde quien hablaba.
    -He estado en Madrid.
    -En Madrid... ¿qué diablos hacías allí? Te necesitaba aquí... Por dios... Esa tarde -en la que Hyde me reprendió y no olvidaría nunca- me precipité por el balcón... La barandilla cedió al intentar coger la camisa que me resbaló de las mano... -curioso que me lo estuviera contando como si no hubiera estado allí... Él no sabía cuando me había ido del apartamento-. El toldo de la cafetería evitó que la caída tuviera consecuencias graves -entrelazó los dedos y se mordió el pulgar-. Desapareciste de pronto... Y ahora te miro y solo veo indiferencia. Ni siquiera te alegras de verme... ¡Podría estar muerto!
    -Para mí lo estabas.
    Entrecerró los ojos ladeando la cabeza hacia un lado como si delante de si tuviera un cuadro abstracto de compleja interpretación.
    -¿Qué dices...?
    -Te enterré y huí sin derramar una lágrima por una historia concluida. Sentí alivio al convencerme de que no te vería más. Tu estarías en tu mundo... -me contuve de decir "otro mundo"- y yo en el que debía volverme a rehacer para un nuevo comienzo... Sola.
    -No sé lo que has hecho en Madrid, ni qué te indujo a irte de esa manera... Estás confusa -suavizó el tono. Conocía la táctica, después de los reproches, el hombre flexible y dulce se imponía-. Esto no ha terminado. Tenemos que hablar, lo haremos... Juntos superaremos cualquier diferencia que nos separe.
    Le miré agotada y enfadada directamente a los ojos sin hallar en ellos el candor del amante enamorado.
    -¡No lo quieres entender! Ese día quedé contigo en el apartamento para acabar con una relación que no tenía sentido. Me ha costado años darme cuenta, años en los que no he hecho otra cosa que esperar y esperar en balde a que me dieras mi sitio. Lo último que deseo es volver a lo mismo de antes.
    Se levantó del sillón dos plazas perpendicular al que yo ocupaba y se sentó a mi lado. Reculé instintivamente. Apretó el puño impotente. Me estaba resistiendo demasiado a sus encantos y no estaba acostumbrado a que no sucumbiera a él con un par de caricias.
    -Nada va a ser igual que antes, te lo garantizo.
    -¿Qué ha cambiado?
    -Me he divorciado de Antje.
    Esbocé una breve sonrisa irónica que contenía la frustración de años.
    Tarde, demasiado tarde.


NOTAS DE INTERÉS

Doctor Jekyll y señor Hyde: la autora hace alusión al relato escrito por Robert Louis Steveson, "El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde", publicada en 1886. En el mismo, Jekyll, es un científico que elabora una poción capaz de desunir en una persona la parte humanidad de la maldad. Cuando el doctor toma el brebaje se transforma en Hyde un hombre mezquino sin escrúpulos.
    


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