sábado, 3 de abril de 2021

15.- El sobre


    Desde la ventana de la habitación que ocupaba en la primera planta veía la calle. En los bajos del edificio de enfrente hay una panadería al lado de una floristería. El olor del pan recién horneado y de las flores expuestas a la entrada del establecimiento se percibe desde la puerta del hostal. Me gustaba detenerme unos segundos a respirar profundamente aromas tan distintos. Dos bloques más a la izquierda se aloja la librería en la que me paraba  para ver los libros expuestos en el escaparate. Todo lo que sabía entonces es que la regentaba un hombre mayor que desde el interior del local me saludada con la mano, ayudado por una joven dependiente, que imaginaba que sería su nieta. 
    
    La tarde que abrí el sobre de los tormentos, llovía. Los pocos viandantes que transitaban la acera lo hacían deprisa y debajo de paraguas, coloridos en algunos casos en otros con diseños estrafalarios, que desaparecían en la lejanía. Había quienes se cobijaban bajo los balcones en su carrera hacia alguna parte. 

Comía un sándwich que había preparado con el pan de molde, el jamón y queso en lonchas comprados en un supermercado cercano a mi nueva residencia, con una botella de agua con gas, cuando paseando la vista por el escritorio deparé en la esquina del sobre que sobresalía de debajo del portátil, donde lo había dejado. Ni siquiera me acordaba de él. 
    Pensé en destruirlo para no caer en la tentación de ver su contenido, que proviniendo de Godelieve no podía ser conciliador, pero finalmente decidí abrirlo y sesgar de una vez el hilo que aún me mantenía ligada a los Van Heley, exponiéndome a que Godelieve me amargara la vida desde el más allá. Estaba convencida de que hubiera dado lo que fuera por ver mi cara en ese instante mientras manipulaba su legado, sin embargo, desde su lar era imposible. Sonreí desganada.
        
    Me terminé el sándwich, bebí un poco de agua directamente de la botella para encontrar los arrestos que me faltaban y deslicé el dedo por debajo de la solapa rasgándola. Tenía las manos heladas y temblaba de frío por dentro. Dudé dos o tres veces más. Podía dejarlo para otro día que estuviera menos nerviosa y me sintiera fuerte. Estaba tensa por lo sucedido en el apartamento de Stadiobuuf y aún tenía la sensación de estar viviendo dentro de un sueño o más bien una pesadilla; como si nada de lo acontecido tuviera que ver conmigo. Me convencí de que ningún momento era bueno para enfrentarse a la perversidad de la madre de mi padre. Si no lo hacía me reconcomería por dentro.
    
    Lo que hallé en el interior me aceleró el pulso y noté un leve mareo que temí acabara en pérdida de conocimiento por la impresión recibida. Bebí más agua para deshacer el nudo que me oprimía el pecho. No lo conseguí. Tenía ganas de vomitar.
    No podía ser real. Era cruel.

           

2 comentarios:

  1. La abuela Godelieve, los tenía bien puestos, los zapatos claro, para pisar firme y repisar una vez estás en el suelo. Me tranquiliza que la sangre de tus venas no sea agría.

    Besos.

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  2. Posiblemente Godelieve me haya legado la animadversión que sentía hacia mí. Ni a ella ni a Huub les tuve un aprecio cercano.

    Besos.
    Sancha.

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