Una palabra se acomodó en mi mente en mayúsculas gigantescas entre signos de admiración que reflejaban el terror que sentía: ¡¡¡HUIR!!!
Presa del pánico llegué al aeropuerto de Schichol, a un cuarto de hora de Ámsterdam y a veinticinco minutos de distancia de mi casa de Badhoevedorp, con una maleta y una mochila donde cabía toda mi vida, dispuesta a coger el primer vuelo que saliera a cualquier parte del mundo. El destino era indiferente. HUIR de allí, primordial.
El apartamento estaba lleno de mis huellas.
La politie descubriría que había estado allí y querría interrogarme para esclarecer en qué circunstancias se había producido la caída. Era cuestión de horas que me encontraran, horas que debía emplear en abandonar Holanda.
El miedo nos hace cometer torpezas. Debí quedarme, afrontar lo ocurrido y prestar declaración en la comisaría en lugar de salir del edificio por la puerta de atrás. Jenkin me pidió que usara esa entrada para subir al apartamento sugiriendo que las escaleras eran más discretas que el ascensor, donde podía coincidir con algún vecino. Si algún conocido, como si la probabilidades de que se diera el caso fueran elevadas, le veía entrar en el bloque, no sospecharía que se debía a un encuentro con su amante, sino a un emergencia que tenía que atender. Mi amor, se esforzaba en conservar la imagen de hombre de rectitud insondable de la que hacía gala dándose un baño de cinismo, degradándome a la categoría de rata de cloaca. Aun así le quería y aceptaba el rol de rattus muridae. Hasta ese extremo he estado ciega.
Desencadené la bicicleta de la farola, testigo de las venidas e idas, oyendo el murmullo de la gente arremolinándose entorno a él y sirenas acercándose, y puse rumbo a casa, donde recogí lo imprescindible para marcharme una larga temporada. Nadie lamentaría mi ausencia. No tenía familia. Solo a Jenkin y le había tirado por el balcón... pero fue sin querer. Pensar en ello me enfurecía. ¿Qué diablos hacia en el balcón? ¡Qué estupidez! Por su culpa estaba muerto y yo en una situación difícil de la que no sabía cómo salir. Por lo pronto huyendo. Las monjas me inculcaron no mentir, asumir lo errores y pedir perdón por ellos, pero esta vez era distinto. No estaba mintiendo, estaba callando. Más de la mitad de mi vida la había pasado encerrada, primero en el internado religioso donde estudié, a las afueras de Ámsterdam y después en el convento, si bien la segunda vez fue por iniciativa propia para no casarme con el pretendiente que los Van Heley consideraron adecuado para sus intereses. La forma de HUIR de un matrimonio concertado, urdido por unos abuelos con fervientes convicciones católicas era tomando los votos. Las hermanas me aleccionaron a controlar la ira. ¡Imposible! Jenkin me trató mal después de derramar el vino en la camisa profiriendo palabras malsonantes por las que se hubiera disculpado luego, como hacía siempre que entraba en trance y yo le habría perdonado una vez más. Estaba adiestrada. Jenkin se había marchado dejándome el recuerdo de su peor versión. El Jenkin odioso por el que no vertí una sola lágrima. No las merecía.
Fui en tren al aeropuerto. En la terminal busqué en el panel de salidas el vuelo que despegara antes... Turín, París, Viena, ¡Madrid! Hora de salida 22.00 h. Eran las 19.52 h. Me dirigí al mostrador de la compañía aérea y pregunté si quedaban billetes disponibles. La chica que me atendió, cordial y diligente, consultó el monitor del ordenador al tiempo que mis pies agujereaban el suelo alternándose la vez.
-Hay disponibles cuatro plazas -me sonrió satisfecha de poder ayudarme. Es posible que le diera la impresión de que estaba desesperada. Lo estaba-. ¿Quiere un billete?
-Sí, sí, por favor -si la politie seguía mi rastro hasta el aeropuerto, la chica no erraría si les contaba que percibió impaciencia en mi actitud.
Al cabo de dos horas respiré aliviada recostada en el asiento cuando el avión empezó a elevarse.
NOTAS DE INTERÉS
Amsterdam - Shiphol: aeropuerto internacional más importante de Holanda.
Badhoevedorp: ciudad en el municipio de Haarlemmermeer, provincia de Holanda septentrional.
Rattus muriadae: rattus se refiere al género de roedores y muriadae a la familia que pertenece. Del latín, rata.
Politie: en neerlandés policía.